Por LUIS FERNANDO CARDONA G.
El cuadro en los hospitales de Risaralda es desolador: pacientes deambulando por los pasillos o desmayados en las salas de urgencias en espera de una cama y médicos a quienes el destino los enfrenta al duro dilema decidir quién es atendido y quién no en una unidad de cuidados intensivos. Entre tanto, no se ve unidad de mando en las autoridades departamental y municipales.
Cuando la muerte acecha y las opciones escasean, lo que menos les está permitido a los gobernantes es vacilar, y en nuestro caso el gobernador de Risaralda y los alcaldes de las ciudades del área metropolitana no logran ponerse de acuerdo para enfrentar la emergencia por el alto grado de ocupación de salas UCI para pacientes de covid 19.
La información oficial de cuenta de que “el tercer pico de la pandemia dejó la última semana un aumento acelerado de fallecidos en Risaralda, con un total de 62 personas que perdieron la batalla contra el coronavirus que se propaga cada día con mayor facilidad. En las últimas 24 horas, 9 personas fallecieron a causa del #virus. Según la Secretaría de Salud Departamental, las ciudades de Pereira y Dosquebradas, reportaron mayor número de casos activos, al sumar 5.505 positivos para #Covid, de los cuales 212 se reportaron en el último día tras procesarse un total de 870 muestras. En estos momentos se mantiene en un 85% la ocupación de UCI Covid19 y en un 84% la ocupación de UCI No Covid.
El palo no está para cucharas. O volvemos a parar como en marzo del año pasado, cuando se decretó la pandemia, o la contundencia de los hechos nos paralizará irremediablemente.
No fácil escoger entre pandemia o miseria. Es bien sabido que sin fuentes de trabajo la sociedad se resiente y el empleo se destruye. Y ¿quién más que una sociedad golpeada en lo económico y afectada en su salud física y mental por el prolongado encierro, para pedir que se reactive la economía, especialmente en sectores como los bares y restaurantes de donde deriva el sustento para tantas familias risaraldenses?
Pero no nos llamemos a engaño. Mientras permanezcan colapsadas las unidades de salud no queda más alternativa. La gente se sigue contagiando, la mayoría de las veces por la irresponsabilidad de muchos que se niegan a observar los protocolos y se lanzan a las calles desenfrenados sin guardar distancias ni asearse adecuadamente. Y ni qué decir de las fiestas clandestinas, como si hubiera mucho qué celebrar. Para colmo, el proceso de vacunación es lento y no faltan quienes se saltan de la fila.
En este contexto, es el momento de hacer un nuevo alto en el camino, antes que sea demasiado tarde.
No hay que olvidar que en su momento el gobernador Víctor Tamayo propuso decretar el aislamiento definitivo hasta abril como medida de choque para enfrentar la alerta roja, medida que no acogieron los alcaldes de Pereira, Dosquebradas y Santa Rosa de Cabal, optando por otras menos drásticas, además de recomendarle al gobierno nacional el retiro o aplazamiento de la discusión de la Reforma Tributaria, en prevención de protestas sociales que pudieran agravar los hechos ya de por sí demasiado críticos.
NO esperemos más. Es hora de hacer mayores sacrificios en aras de un bien superior. Les corresponde a nuestros gobernantes obrar en consecuencia y mantenerse firmes, sin vacilaciones ni excepciones, en la aplicación de los cierres a que haya lugar y por el tiempo que sea necesario. Primero la vida, la economía no tiene sentido.
No hay otra solución que el confinamiento total, al menos durante algunas semanas tratando asi de frenar la propagación, como es el caso de otros países y confiar en que la vacuna nos sea suministrada lo más rápido posible 🙏