Fundado el 9 de febrero de 2020
LUIS FERNANDO CARDONA
Director Fundador

ActualidadMI PEREIRA VIEJA -3-, HOSPITALES, CLUBES Y EMISORAS

MI PEREIRA VIEJA -3-, HOSPITALES, CLUBES Y EMISORAS

Continuando con la tarea de recordar lugares que en su momento fueron icónicos y que marcaron cada época de Pereira voy a repasar varios de ellos que moldearon la historia de la ciudad y acompañaron la cotidianidad en las últimas décadas del siglo XX y que ahora son solo parte de una historia casi olvidada. Recientemente me referí a los cines y esta vez abordaré algunas empresas que fueron desapareciendo lentamente.

Empezaré por los hospitales. Nací, como muchos de mis contemporáneos en la clínica Carvajal, último piso del Hospital San Jorge. Eran, con el Seguro Social de la calle 20 con carrera sexta, los ejes de la salud en la ciudad hasta que llegó la clínica Risaralda con su moderno edificio de la calle 19 con quinta. Ésta fue una empresa privada que revolucionó la prestación del servicio en la región y por 25 años su lugar más importante. Y cómo olvidar la clínica Pereira y el «hospitalito infantil» de la carrera sexta con 25. En su laboratorio clínico trabajó varios años mi madre que era bacterióloga y allí mi infancia se acompañó de probetas, tubos de ensayo, jeringas, centrífugas y de otras aterradoras e innombrables experiencias.

Los «clubes» fueron otros espacios que coparon las actividades lúdicas de la Pereira del siglo pasado. El Rialto, de alta alcurnia, fue el sitio estelar en el que nacieron las grandes gestas de nuestro civismo, lugar de esparcimiento de la élite e ícono de la gastronomía local. Tuvo tres espacios físicos diferentes a través de sus ochenta años de vida. Quebró y sus excedentes finales se fusionaron con el Club Campestre que sobrevive con el Club del Comercio. Otros negocios alardearon por aquellas épocas con llamarse clubes. Estaban el Bancario con sus vespertinas bailables, el Quiramá especializado en billares y aún vigente y la Popa de vida licenciosa.

La radio ocupaba lugar preponderante en la vida de la Pereira de mitad del siglo XX. Aquí nacieron grandes emisoras que fueron lideres en Colombia. Proliferaban tratando de convertirse en compañeras inseparables de mañanas, tardes y noches. La Voz del Pueblo, la Voz Amiga, Onda Libre, Radio Centinela, la Voz del Café, Radio Matecaña, Radio Reloj y muchas más competían por ser las mejores en información y en diversión. Llegaron después Musicando, Ondas del Nevado y muchas más, con la intención de competir especialmente en temas musicales.

Papel muy importante y trascendental cumplía en aquella época el humor. La radio estaba llena de programas para hacernos reír. En la mañana era casi obligatorio escuchar la «Escuelita de doña Rita», al mediodía la sintonía la monopolizaba mi pariente lejano Guillermo Zuluaga con sus «aventuras de Montecristo». Justiniano, Montoño, Montecristina y muchos otros personajes fueron compañeros insoslayables de nuestra infancia. Su humor era sencillo y familiar y acaparaba el «rating» en cualquier horario que tuviera. En la noche llegaban Hebert Castro «el coloso del humorismo», los Chaparrines y los Tolimenses Emeterio y Felipe que subidos de tono solo salían al aire en horarios tardíos, incluso en aquel programa que hizo historia y que nos acompañó por años a quienes teníamos por algún motivo que trasnochar o quienes simplemente nos desvelábamos: «Una voz en el camino» que se transmitía entre 12 de la noche y 4 de la mañana, antes de darle paso al profesor Yarumo.

En próxima columna les recordaré aquellas empresas comerciales que marcaron esa segunda mitad del siglo anterior y que tampoco existen hoy.

 

 

 

 

 

 

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