Cuando queremos descalificar a nuestros adversarios políticos solemos los colombianos apelar a innobles métodos, gracias a los cuales los hacemos ver como unos ineptos, deshonestos e inmerecidos de la confianza pública. Esta inveterada práctica es conocida como mamertismo.
Tiene su origen en la década de los 70’s, cuando los miembros de los estamentos universitarios, sindicalistas y altos dirigentes de la izquierda no comunista se querían referir a estos militantes. O sea, que era una forma muy hábil para desprestigiar a dicho partido (Partido Comunista). Lo que en la práctica terminaba haciéndole el juego a la derecha, y por ende, una muy eficaz manera de dividir la izquierda colombiana. Con la llegada a la presidencia del doctor Gustavo Petro el mamertismo pasó a ser una herramienta de la derecha para insultar a la militancia del Pacto Histórico y de contera desprestigiar al Gobierno del Cambio.
Por su parte, los altos funcionarios gubernamentales hacen caso omiso de estas ofensas y con una didáctica no contestataria le explican a la opinión todas las políticas públicas que vienen ejecutando en cumplimiento del Plan Nacional de Desarrollo.
De todas maneras el daño que se le hace a la democracia con el mamertismo es muy grande, pues contribuye a mantener el clima de polarización e intolerancia políticas.
La vacuna contra el mamertismo es, sin duda alguna, la educación política que nos lleve a todos los colombianos a respetarnos y a ser concientes de que somos sujetos de derechos fundamentales consagrados tanto en la Declaración Universal de los Derechos Humanos como en la Constitución Política de nuestro país.
Nuestra patria será más democrática cuando aceptemos que el otro también tiene derecho a opinar desde el punto de vista político, que no es otra cosa que la búsqueda del bien común. Lo que sí debe quedar aún más claro es que nadie es dueño de la verdad revelada y que el futuro del país lo tenemos que construir entre todos.
La idea es que las próximas generaciones se desarrollen libres de estos procesos de macartización, buling, odio contra las personas que piensan diferente y demás formas de intolerancia política, religiosa e ideológica. Y por qué no proyectar esta manera civilizada de relacionarnos en los campos deportivo laboral, barrial, etc.
Tan excecrable es el mamertismo de derecha como de izquierda. Porque tanto derecho tienen los ciudadanos de ideas conservadoras como los libre pensadores a leer los fenómenos de la política nacional, como a plantear las posibles soluciones. Precisamente ahí radica la civilización política: que las ideas de los unos y de los otros puedan ser tenidas en cuenta en el libre juego democrático.
*Directivo SOER (Sociedad Escritores de Risaralda)
Muy oportuno su escrito, demasiada polarización no es buena, sobre todo cuando se pretende (como lo hizo en el referendo por la paz de Santos el centro democrático), hacer participar a los colombianos en política a punta de mentiras, odios y exacerbación .