El Ministerio de Salud ha expedido el pasado 12 de enero de 2023, una resolución para la mal llamada interrupción voluntaria del embarazo, adoptando las condiciones previstas por la Corte Constitucional para este procedimiento. La resolución 051 adopta la regulación para la atención integral del aborto, con la que las personas con capacidad gestante pueden interrumpir voluntariamente los embarazos antes de la semana 24 sin consecuencias penales. La normatividad garantiza que los menores de 14 años podrán hacerlo sin requerir la autorización de sus padres o tutores legales.
Nuevamente la Corte Constitucional, cuya tarea no es otra que defender la vida, diseña políticas criminales, que hieren de muerte no solo la Constitución, que juraron defender, sino a una sociedad que sueña con una paz, inalcanzable cuando se implementa la pena de muerte para los no nacidos.
Una vez mas los postulados de muchas modernas progresías, entran en escena; progresismo que en su origen respondía a un esquema muy sugestivo: apoyar al débil, pacifismo, tolerancia, no violencia. Años después, el progresista añadió a este credo la defensa de la naturaleza. Para el progresista, el débil era el obrero frente al patrono, el niño frente al adulto, la mujer frente al varón, el negro frente al blanco, la naturaleza virgen frente a la industria contaminadora. Había que tomar partido por el indefenso, y era recusable cualquier forma de violencia. Todo un ideario claro y atractivo.
Pero surgió el problema del aborto y, ante él, el progresismo vaciló. No pensó ya que la vida del feto estaba más desprotegida que la del obrero o la del negro, quizá porque el embrión carecía de voz y voto, y era políticamente irrelevante. Y empezó a ceder en sus principios: contra el feto, una vida humana desamparada e inerme, podía atentarse impunemente.
Nada importaba su debilidad, si su eliminación se efectuaba mediante una violencia silenciosa. Los demás fetos callarían, no harían manifestaciones callejeras, no podrían protestar. El feto pasó a ser considerado como un intruso inoportuno, como si fuera una verruga desagradable que hay que hacer desaparecer, como un mal que no se está dispuesto a tolerar.
Así fue manifestándose la crueldad de la historia. La tolerancia de los progresistas se fue tiñendo de intolerancia crispada, de exigencia de derechos en contra del indefenso. Y como si no quedaran aún miles de campos en los que falta tanto hasta alcanzar la plenitud de derechos de la mujer, la legalización del aborto pasó a ser una de las grandes metas de un amplio sector de la progresía feminista.
La muerte cruel de un inocente siempre producirá náuseas, sea en una explosión atómica, en una cámara de gas o en un quirófano esterilizado; y sea legal o ilegal.
Padre Pacho