El fuego se apagó anunciando así que París 2024 había terminado. La noche quedó atrás, pero el día de la olimpiada que conducirá al 2028, ya despuntó. El padre de los Juegos de la era moderna, Pierre de Coubertin, sentenció que competir era lo importante. Hoy, por gracia del comercialismo, lo crucial es ganar y ya no hay línea divisoria entre ser aficionado o profesional como antes. Es pertinente reconocer a la fecha, en materia competitiva, el ascenso de Colombia, a pesar de muchas precariedades formativas y a favoritos que cayeron desolados en la frustración. Gracias a factores del coraje y decisión, se produjeron cuatro metálicas (se esperaban cinco) sin contar catorce diplomas, que al final evitaron un desastre emotivo, aunque en el historial de los últimos ciclos hubo años de mayor cosecha y por encima en América Latina. El suscrito, que tuvo la fortuna de ser jefe de Misión de Colombia en las justas de Atlanta en 1996, el dolor de no conseguirse una encintada fue inmensa para todos, y después en la delegación a Sídney 2000, el haber ganado María Isabel Urrutia una de oro, el Himno Nacional lo entonamos, en situ, a rabiar de emoción. Llegar a Londres (2012) a obtener nueve, incluida una de oro, y ocho en Río de Janeiro con tres de oro; en Tokio cinco sin dorada y en París lo dicho, son distinciones para un país subdesarrollado y deseoso de triunfos.
Es indispensable hacer una apreciación de situación y plasmarla de inmediato sin dejar las perspectivas a largo plazo en condición de fijar también metas de alto aliento, pues, se tiene el contingente que es el principal ingrediente para encarar el éxito incuestionable. Sinembargo, no se desconoce que en la prueba deportiva cualquier cosa pueda suceder en pro o en contra. La cuestión es tan complicada que en España ha empezado un debate que califica a la representación de ese reino de fiasco “que sigue sin superar las veintidós medallas de Barcelona”, distantes de las dieciocho recientes.
Ciro Solano, presidente del Comité Olímpico Colombiano COC, califica bien la delegación al decir: “No es decepción, pero esperábamos más”.
Ahora es necesario unir esfuerzos, en primera instancia del Gobierno teniendo en cuenta que los Juegos Olímpicos constituyen el encuentro de lo mejor de la humanidad en su juventud y se convierten en amor apasionado de la nacionalidad, de orgullo patrio. Hay que inyectarle dinámica al Ministerio del Deporte para que no sea un elefante politiquero. Coldeportes era eficaz, cercano, sin tanta burocracia y papeleo, sin enmarañarse en tinglados donde los vericuetos resultan despreciables. La cartera lleva tres ministros en serie; se perdió la sede de los Panamericanos, que después de los Olímpicos son los más denotativos, y por ello pagó la menos culpable, la ministra Astrid Rodríguez. Y para colmo, se ha reducido notablemente el presupuesto 2024 y el de 2025 ¿Qué pasará? O ¿Seguirá en este campo el despilfarro y la corrupción?
Urgente dar foco programático, contratar técnicos nacionales y extranjeros de gran solvencia y apoyar de manera sostenible a los deportistas de alto rendimiento, de acuerdo con la métrica mundial. Los Ángeles está a la vista.
Jaime Cortés Díaz