PENSANDO EN VOZ ALTA.
No se sabe qué fenómeno mental operó en él, pero la realidad es que pasó al bando contrario desde donde se volvió un filibustero contra todo lo que significara cambios estructurales al interior de la iglesia.
Se me hace que, deseaba hacer carrera y se dio cuenta a tiempo que su liberalidad lo condenaría al ostracismo, como en efecto ocurrió con muchos y brillantes clérigos, por ejemplo, su compañero de cátedra, el eminente teólogo suizo Hans Kung.
Pues, he aquí que sus sueños se le fueron cumpliendo con la velocidad del rayo: llamado por Juan Pablo II, de cancerbero en el ministerio de La Doctrina de la Fe. Y, quién dijo, miedo. Cayeron en sus poderosas garras los fundadores de la Teología de la Liberación a quienes purgó sin compasión: Gustavo Gutiérrez, los padres Cardenal y D´Escoto, en Nicaragua; Leonardo Boff, el gran profeta de estos nuevos tiempos, predecesor de Francisco en la defensa de nuestra Casa Común, ten bellamente descrita por el argentino; Monseñor Oscar Arnulfo Romero, hoy santo de América, al que dejaron asesinar por los escuadrones de ultraderecha.
Nunca pude entender cómo un hombre tan afeminado tanto en el acento como en sus modales y gestos pudo ser “escogido por el espíritu santo” para guiar a su iglesia que defendió de los marxistas, pero no de la pederastia que hacía estragos en la esposa de Cristo.
Se acercan tiempos trémulos porque Francisco tiene el camino despejado para renunciar, dada su cada vez más deteriorada salud física. Espero con ansias que dure hasta el año 25, cuando habrán salido del posible conclave unos 30 cardenales electores, entre cuyo reemplazo podrá llegar un líder de marca mayor para que continúe la reforma que preservará a la iglesia por unos 100 años más, luego de los cuales ya nadie le parará bolas.
Saldo a favor de Benedicto, haber renunciado. ¿Se imaginan cómo estaría la iglesia si hubiera reinado por 18 años controlado por la camarilla corrupta vaticana?
Jaime Bedoya Medina