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LUIS FERNANDO CARDONA
Director Fundador

HumorPero, aquí no pasa nada

Pero, aquí no pasa nada

POR:  CARLOS ALBERTO CARDONA MONTOYA

CONTRACRÍTICA: Con humor, amor y … ardor

Cuando todos esperábamos que este nuevo diciembre transcurriera en medio de las anestésicas y sospechosas informaciones oficiales de la pandemia en Colombia, sin emociones fuertes, la Honorable Corte Suprema de Justicia ordena la captura del  Eduardo Pulgar, un H.P. (Honorable Parlamentario) denunciado por el columnista Daniel Coronel por un colorido mosaico de delitos.

Además de denunciar públicamente las fechorías del capturado, revela un audio en el que el sujeto busca el favor amañado para un fallo judicial; en dicha evidencia, Pulgar expresa que el “Favorcito” representa “200 barras”; lo que no supimos  fue si las 200 barras eran de chocolate, o barras bravas del deportivo Pereira; lo cierto es que las barras  se las cambiaron por barrotes, pero no en su linda cara, sino en la celda ó calabozo que llaman, porque lo “enguandocaron”.

Sin duda que los columnistas de opinión cumplen un papel formidable ante la sociedad, sobre todo como en la nuestra, en donde la justicia se hace la de las orejas gordas, aunque existan evidencias descomunales sobre las actuaciones de los malhechores que nos gobiernan.

Solo para contextualizar, los medios de comunicación que se vuelven incómodos porque hacen periodismo, los desaparecen como NOTICIAS UNO, o los compran para que desaparezcan a los columnistas que le dicen a la ciudadanía lo que la ciudadanía debe conocer, como el caso de SEMANA.

Desde Klim hasta nuestros días, son muchos los columnistas que con sus revelaciones han puesto en prisión a forajidos inmundos, o han destapado ollas podridas asquerosas, como Ximena Duzán  que se ha ocupado del apostolado del hermanito del ex preso del Ubérrimo.

También en nuestro medio, digamos  que en el Eje Cafetero, son muchos los casos de denuncia pública que se devela en columnas de opinión y que, han dejado alguna huella en la tímida acción de los organismos de control y justicia; por ejemplo el caso de Orlando Sierra, quien en Manizales denunció en sus columnas las trastadas de políticos inescrupulosos, lo que le costó la vida; las autoridades eran sordas ciegas y mudas hasta que un sicario pagado por un congresista en ejercicio, lo silenció.

En Pereira, se recuerdan las columnas de opinión que produjeron efectos en el cuidado de la cosa pública, a través de diversos medios, casi todos independientes, como el independiente Medellín, Kan con su “Fuete”, Nicanor con la columna de Don Kanuto, Silvio Girón, Libardo Gómez Ligogo,  Rodrigo Orozco, Orlando Cataño;  todos valientes y cuidadosos de la fe pública.

Hoy se conocen esfuerzos periodísticos, en columnas de opinión que producen efectos en la denuncia, pero desgraciadamente  sin efectos en la justicia, por ejemplo: William Restrepo, tuvo que emigrar porque lo iban a matar. Toño Pueblo, no lo han matado pero lo amenazan  hasta con las facturas de la luz. Carlos Croswhite denuncia, denuncia, denuncia, y no se cansa de denunciar, pero no pasa nada.

Ahora tenemos a El Opinadero (Este lugar puede ser peligroso), y solo para citar dos ejemplos, Ferley Henao denunció una corruptela con mercados de ayuda humanitaria, mientras que James Fonseca, aquí también, denunció lo irregular de una licitación de alumbrado, y no pasa nada.

Así pues, dada la inutilidad de los organismos de control y justicia, en la mayoría de los casos de denuncia periodística, en columnas de opinión; me dispongo a ejercitar el derecho a denunciar en esta columna algunos asuntos que, desde mi tierna infancia, me han carcomido el pensamiento, en el marco de mis principios de justicia y verdad.

Tengo todas las pruebas que comprometen al siniestro personaje  conocido con el alias de “Lobo Feroz”, quien no obstante ser confeso pedófilo, sigue por ahí, asustando niños, porque las autoridades no hacen nada; el mismo siniestro personaje había confesado sus aberraciones con niños, cuando una niña le preguntó que “para que tenía esa boca tan grande”, confesó descaradamente que: “para comerte mejor”.

En esta historia conocida por todos, alias “Lobo Feroz” incurre en el delito de suplantación de persona, amenaza e intimidación, corruptor de menores, daño ambiental, mientras que el cazador que está referenciado en el expediente, con su peligrosa hacha, golpea salvajemente al pobre animalito  hasta darle muerte, están violadas todas las nuevas leyes de protección animal, mínimo debería ir a la cárcel con Pulgar.

Como si no fuera suficiente con semejante acopio de delitos,  la mamá de la niña debería ir a los tribunales, por someter a la pequeña muchachita a maltrato por adoctrinamiento comunista, siempre la vestía de rojo, además violando normas muy claras de sometimiento a trabajo infantil, haciendo mandados por un bosque peligroso; y lo que es insoportable, llevando en su canastilla sustancias peligrosas, tráfico de sustancias dañinas, como galletas y roscones para una abuela diabética, abandonada en una casucha rodeada de lobos. ICBF nunca dijo nada.

Es posible que por atreverme a hacer esta denuncia, también me amenacen, como lo hicieron con William Restrepo, temo mucho por las formas violentas de una mafia organizada conocida como el clan de Alibabá, quien no anda solo; dicen quienes lo conocen que, anda como con 40 “Trakanutas” de quienes tienen prontuarios de sus actuaciones de despojo, desde hace como mil y una noches.

Ya veremos cuando sigan pasando los años, no va a pasar nada con el miserable lobo, ni la irresponsable mamá y el cruel cazador; exactamente como no pasa nada con las denuncias periodísticas de William Restrepo, Carlos Croswaithe, Toño Pueblo, James Fonseca, Ferley Henao y de columnistas valientes como yo. Tenía razón mi abuelo, “El Camarada Montoya”, cuando me decía,: “Mijito, la justicia es como las fufurufas del barrio, pa´que se muevan, hay que darles plata”

1 COMENTARIO

  1. Excelentes analogías, con invitación a considerar el ejercicio periodístico serio, riguroso,plural libre, como una de las profesiones con mayor riesgo en el país.

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