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Actualidad¿Por qué conducimos tan mal en Colombia?

¿Por qué conducimos tan mal en Colombia?

Colombia ocupó el quinto lugar entre los países donde hay mayores probabilidades de morir, esto con base en las cifras de muerte en carreteras, por cada cien mil habitantes.

Revista Motor, 21 de julio de 2023.

Viajando con mi familia por diferentes países y ciudades y con la participación de personas de otras nacionalidades y que han estado en Colombia, nos pusimos a reflexionar sobre la pregunta que titula este artículo y finalmente llegamos a unas conclusiones que les comparto a continuación.

Como siempre es un fenómeno multi-causado que es importante entender en su origen, para tener más claridad acerca de cuáles pueden ser los caminos para mejorar el asunto.

Tal vez la causa más importante de todas es la falta de conciencia sobre la responsabilidad personal y social acerca de las consecuencias de la conducción inadecuada e irrespetuosa de las normas, consecuencias que pueden llegar a ser desastrosas, para sí mismos, sus familias y los demás. No se trata solo de pérdidas económicas, sino de la salud, la integridad personal y la vida. Muchas veces se adquiere esa conciencia demasiado tarde: cuando se producen tragedias irreversibles.

Eso se puede originar en que hay dentro de la cultura general colombiana una tendencia muy arraigada y generalizada a violar las leyes. Se violan desde la élite dominante, las clases altas, hasta las más populares. Es la cultura del «vivo», del más avispado, que en toda circunstancia se aprovecha de los demás a favor de sí mismo. Los presidentes mismos y gobernantes en general, se han visto envueltos en diferentes violaciones a las normas, para ganar dinero y poder. Esto termina promoviendo la violación de todo tipo de normas, incluyendo las de tránsito, siempre que sea posible, tanto en cuestiones de velocidad, irrespeto de pares, semáforos, el sentido de la vía, los cruces, ver mensajes en el celular con el carro en movimiento, el conducir embriagado o bajo drogas, imprudencias de diverso tipo como sobrepasar otro vehículo en sitios no autorizados, el no uso del casco en las motos, llevar niños en las mismas y sin ninguna protección, zigzaguear, etc. Pareciera que estos actos los vemos como violaciones menores de las normas, lo cual no ocurre en otros países.

Otro punto clave es la falta de una verdadera capacitación o entrenamiento en la conducción de vehículos. En otros países como Alemania, por ejemplo, no solo se exige un curso intensivo, sino que se hace una prueba o examen de altísimo nivel, el cual no es fácil aprobar. En Colombia es un curso muy liviano y hasta venden las motos a personas que salen conduciéndolas sin ni siquiera tener la licencia. Esto debería hasta generar un castigo para el vendedor de la moto.

También es cierto que en nuestro país la legislación estricta para las sanciones de tránsito no lleva demasiados años, y por mucho tiempo fueron muy laxas. Así mismo, las metodologías para hacerlas cumplir, como cámaras, también son de relativa reciente aparición; y la cantidad de autoridades de control del tránsito automotor ha sido escasa, aún en sitios claves y de alta accidentalidad.

A lo anterior se le suma la infraestructura vial altamente deficiente: vías no sólo escasas y malas, sino faltas de semáforos, de glorietas, de señalización horizontal y vertical, etc.

Por último, tenemos una causa que no parece relacionada con la conducción violadora de las normas de tránsito y los accidentes que ello ocasiona: es la pésima cultura de manejo del tiempo que es típica de los colombianos y de los latinos en general: salimos tarde o con poco tiempo para cumplir compromisos y luego nos da por correr en los vehículos y de paso violar normas de tránsito.

Todo lo anterior genera un caos vehicular enorme y gran cantidad de accidentes, algunos de los cuales son muy graves, lo cual es incomprensible para muchas personas que se sorprenden al verlo por primera vez e incluso para quienes lo vivimos a diario.

Tenemos que reconocer que todos hemos tenido y tenemos algo o mucho de todo esto. Por otro lado, creo que, aunque solucionarlo implica un hacer del Estado, son las familias, las instituciones educativas, las comunidades, etc., y sobre todo nosotros mismos, los que deberíamos tomar la decisión de empezar a cambiar y hacerlo, sin esperar a que los demás hagan lo que tienen qué hacer.

La pregunta final sería: ¿Qué me comprometo a cambiar yo, a partir de este momento, para contribuir en forma efectiva e inmediata a superar esta problemática del tránsito en nuestro país y que causa tantas tragedias? Esto no es un beneficio solo para los demás, sino para sí mismos.

“Nunca, nunca tengas miedo de hacer lo correcto, especialmente si el bienestar de una persona o animal está en juego.

Los castigos de la sociedad son pequeños en comparación con las heridas que infligimos a nuestra alma cuando miramos para otro lado.”
Martin Luther King

César Augusto Muñoz Echeverry

cesarm@cmconsultorias.com

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