El año 2025 apenas comienza y ya enfrentamos problemas que contradicen los deseos de prosperidad que marcaron las celebraciones de diciembre.
“La realidad no da espera”.
En tan solo una semana, nos encontramos con amenazas de paro de camioneros, alzas en los peajes y una alarmante tasa de accidentes viales.
“¡Suben los costos, pero las carreteras siguen cobrando vidas!”
La inseguridad persiste sin tregua, marcando este inicio de año. Feminicidios, homicidios y asesinatos dentro de las cárceles muestran que ni siquiera en las instituciones del Estado se garantiza la protección de la vida.
¡El que mucho abarca, poco aprieta!
Mientras tanto, persiste una narrativa de prosperidad vacía, como si bastaran las palabras para transformar la realidad. Muchos siguen confiando en ideas como las del bestseller El Secreto, que sugiere que el pensamiento positivo puede cambiar vidas. Pero la realidad dice otra cosa.
“La prosperidad no llega con deseos; la libertad es una precondición para tal fin.”
Los ciudadanos lo saben mejor que nadie. Miles de personas siguen abandonando el país en busca de un futuro mejor. Al mismo tiempo, aquellos que desean reunirse con sus familiares que han migrado no pueden hacerlo. Los sueños de un abrazo familiar se ven frustrados por un sistema que ahoga las oportunidades.
“No es que quieran irse; es que aquí no tienen otra opción!”
Desde hace décadas, los países gobernados por el estatismo —socialismo o mercantilismo crónico— repiten los mismos patrones: control económico, restricciones de libertad y promesas vacías que culminan en crisis. Los resultados son siempre los mismos: pobreza, desesperanza y un sistema que no responde a las necesidades del pueblo. Por otro lado, las naciones con modelos basados en la libertad económica, como Hong Kong, muestran que es posible construir una prosperidad verdadera.
“El desarrollo no es una utopía; ¡es la consecuencia de decisiones correctas!”
Los problemas que enfrentamos no desaparecerán por arte de magia. La alta accidentalidad, las amenazas de paros y la creciente inseguridad no se solucionan con pensamiento positivo, sino enfrentando sus raíces de manera real y efectiva.
“La gente compra fantasía creyendo que es realidad!”
El país se encuentra en un momento decisivo. La prosperidad que tantos siguen prometiendo no llegará sin un cambio fundamental en el sistema. No necesitamos más promesas vacías ni discursos bien intencionados.
“La prosperidad vacía es el disfraz perfecto del fracaso.”
Así empieza este año: con los mismos problemas y las mismas excusas. Si realmente aspiramos a un futuro mejor, debemos aceptar que la transformación exige más que palabras. La prosperidad requiere coraje, trabajo y una reforma política profunda.
“No le pidan peras al olmo” (Mateo 7:16).