La linealidad del espacio
La perspectiva lineal es solamente del ojo, un factor que le corresponde al órgano rector, definir las cosas que observa y que no ve; lo digo así, porque hay mirones y miradores, cosa que se cree es lo mismo, pero no: el mirón es primario y ordinario y el mirador, por el contrario, concluye, compone, acomoda, busca y encuentra; en este orden de ideas, en la segunda se concentra el afecto.
La visión de las personas comunes y corrientes (los mirones) son más lo que escuchan que lo que ven, otros ven y escuchan y, otros, los que pertenecen a la cinefilia, ese acrónimo del vocablo cine y filia, una de las cuatro añejas palabras griegas para relatarle al amor, definen el asunto y, con mayor razón, los cineastas que son miradores: escuchan y analizan de manera unida y complementaria para lograr conclusiones del contenido, para corregir o aprobar un momento construido en 24 x segundo y luego magnificarlo; esto se debe a la perspectiva lineal, que es especialista en la disminución de los cuerpos distribuidos, instalados o asociados que permiten darle conceptos a la imagen en movimiento, que se está viendo con profunda seriedad, es la que define el ojo, este sentido que da proporción y equilibrio: el ojo es como los otros sentidos, pero asimismo se diferencia, por su jerarquía frente a los mismos.
La atmósfera en la mirada
Con una seria convicción, destreza, pero más con respeto, sentado como espectador frente al arte bidimensional, veo con precisión las gamas, los efectos y colores en el cine, muchas veces en la plástica y la claridad en la dramaturgia, asimismo el color que escucho de algunas voces silvestres o las del cuero del tambor.
En la pantalla, el color me extasía y me detiene, me descompone y también me conmueve; el punto y la línea como un principio de cómo ver siempre me emociona, despierta en raíces tangibles la contundencia de mis secretos (no sé si también el de los espectadores), de esa telilla que contiene cosas, formas y relatos con profundidad, que dice y desdice de las acciones, tiende lazos visuales en ángulos, aprestando el ojo para ver las composiciones; actos que golpean y hasta generan dolor, precisan una idea, un concepto o rasgan el ojo del director. La perspectiva lineal superada por la perspectiva atmosférica de una acción pictórica, teatral o cinematográfica, es mágica, una ficción lograda dentro del espacio-tiempo. Al entrar el actor en el espacio, la lectura del ojo del espectador no es más que una mentira bien contada, un instante conceptual de una profundidad cobijada de la romántica palabra, de la filología cromática que se queda intensamente o no, en los ojos del público.
La belleza que genera el color en el cine, en la plástica o la dramaturgia, es casi la misma lindeza que la gama tonal gradualmente sensible y bucólica, que detiene el pensamiento en un niño, un joven o un adulto con o sin experiencia para ver arte.
El Guernica ha generado y llevado a la crítica a concebirlo como una obra maestra con la fuerza del blanco y negro de Picasso, como sinónimos de muerte y desastre.
Una considerable cantidad de obras del maestro malagueño las realizó a blanco y negro, un excelente dibujante; el color se caía de sus cuadros, para él el color no era necesario. Con lo anterior, parece decir el artista que todo contado en la atmósfera del color, en gamas del claro-oscuro dentro de un espacio, revestido de preciosidad, no solo es potente, sino que evoca el pasado y despierta el respeto por la luz y la sombra, una estela atravesada de billones de fotones, puntos y líneas, destellos y rayos que iluminan, que despiertan el deseo de conocer del espectador.
La perspectiva de la desaparición
Si antes ha habido, ha sucedido la aparición, es posible hablar ahora de desaparición: la ley de todo acto hecho por el ser. La desaparición es el episodio que crea asombro, inquietud y miedo, una narrativa en el cine, el desviamiento de un suceso dentro de la linealidad del tiempo, del relato o la historia… aquí la forma, el color, el punto como referente y la línea delimitante se vuelve abstracta.
La perspectiva alcanza el juicio del ojo en el momento donde comienza el trayecto entre una masa y la otra o el desplazamiento de un punto a otro hasta disminuir de tamaño, todo se pierde en el horizonte, como los pájaros de Vincent Van Gogh en su último cuadro. Los ojos no han de ver el cuadro del pintor holandés, si antes no escucha el disparo, es ahí donde desaparece el cuadro y surge el sonido… como el actor o la actriz cuando, sin aparecer, ya el espectador sabe que está y no se observa, la imagen de la no imagen. Uno se vuelve el juez, tanto de las cosas que están lejos, como de aquellas que están cerca, o cuando todo aquello se ve desaparecer, al punto que no sabemos cuándo se termina la película; todo desaparece, pero en el recuerdo, de manera inmediata, surgen las imágenes, los episodios, los momentos que conmueven y desgarran el corazón del espectador, por los efectos mismo de la narrativa.
Los colores, la luz para el cine y el teatro no son solo los colores del pintor, los colores que se ven, son las atmósferas que generan las partículas de polvo o las gotas de agua que vuelve los colores lejanos en azules lapislázuli o cercanos verdes, color ambiguo como los violetas del fondo y los mismos del primer plano. Lo magnífico de todo esto es que la imagen cinematográfica es un montón de información en micras, las millonésimas partes en un tiempo-espacio, que conforman, en un segundo, un movimiento que descarga una gran explosión de impacto para el mirador, esto es lo que hace el punto, la línea y el cine.
Si quitamos el punto y la línea como piezas claves del ajedrez, se eliminan los puntos de referencia, de los límites, no hay cómo encontrar las líneas imaginarias entre los dos actores, la línea es como un río en la geografía, si eliminamos estos insumos no hay cómo comenzar y menos cómo medir un espacio; se acaba la composición, la ubicación y el encuadre, ellos son los ejes centrales del arte y en el cine, son el punto final.
*La corrección de estilo del presente texto y colaboración, es de la dramaturga y directora del Laboratorio Teatral ¨La Metáfora¨, maestra Aléida Tabares.
Referencias bibliográficas
Gordon Craig,Edward (1987). Del arte del Teatro. México. Colección ‘Textos de Humanidades’. Edición: Escenología
Naranjo Mesa, Jorge Alberto (2009). Leonardo da Vinci: Textos escogidos. Medellín, Colombia. Editorial Universidad de Antioquia.
Farocki, Harun (2013). Desconfiar de las imágenes. Buenos Aires, Argentina. Caja Negra Editora.