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LUIS FERNANDO CARDONA
Director Fundador

ActualidadQuiero que veas

Quiero que veas

El que tenga ojos que mire, el que tenga alma que vea. Y es que ver y mirar nunca ha sido lo mismo. Con tus ojos miras, con el alma ves. Lo que miras es confuso, aún cuando percibas la forma, lo que ves es determinante porque lo sientes, aunque no sea tangible. Los ojos se hicieron para mirar, y para reflejar a través de ellos el alma. Los ojos son la ventana, entonces ven, no me mires, asómate a mi ventana y trata de verme. Quiero que veas lo que tengo en mi casa. Es una casa grande, con una sala de estar llena de colores vibrantes, hay muchas habitaciones, algunas incluso están cerradas con llave, no las abras aún, hay cosas viejas, trebejos y cachivaches, la estoy limpiando de a poco, porque para ser franca hay visitas indeseables.

Quiero que veas el sonido de las aves y que escuches los colores del cielo, que te detengas a mirar como sopla el viento, como muere la luna y como nace el sol, encuentra la línea que divide ese momento; el instante exacto en el que acaba la noche y empieza a aclarar el cielo. Quiero que veas la risa de los niños y que oigas las historias que te cuentan sus anhelos, que entiendas el consejo del anciano, el dolor de quien sufre, sin hacer tuyo su sufrimiento. Quiero que sientas las hojas caer de los árboles, el frío de la noche penetrando tus huesos, el canto de los pájaros en el cielo, el sonido de la lluvia el estruendo del trueno. Quiero que veas la luz de la luna y el brillo de las estrellas en el firmamento.  

Ya no mires, deja tus ojos quietos, quiero que veas desde adentro. Desde lo que llevas en el alma y no sabes que tienes puesto, desde lo que hace latir tu corazón y lo pone contento. Quiero que veas en cada palabra, cada acción y cada pensamiento, la gota de ti que estás poniendo, la semilla que estas sembrando, el castillo que estas construyendo. Quiero que veas con propósito, más allá de viajar a través del tiempo; no te hablo del futuro, no confundas mis palabras, no apresuro tu paso a vivir en un espacio sin tiempo; yo te hablo de la intención que le pones a cada momento, si la palabra que pronuncias es un tónico o un veneno, si tus actos son caricias o dardos, si siembras o destruyes, si robas o contribuyes.

Quiero que veas lo que eres de verdad, no lo que tus ojos miran en el espejo. No eres el músculo que brota por el esfuerzo, ni el cabello blanco que ha decolorado el tiempo. No eres la macha que te salió por el sol, ni la herida del golpe que te dieron, eres lo que eres cuando dejas de mirarte, cuando traspasas el cristal que refleja tu cuerpo, eres lo que ves cuando sientes que tu corazón late en tu pecho, lo que eres cuando cierras tus ojos y eres dueño, amo y señor de ese momento. No eres lo que te han contado, lo que los otros interpretan con tus desaciertos, eres las lecciones que has aprendido de los buenos y los malos momentos. Lo que pones en práctica, lo que arrancas si sobra, lo que rescatas si se daña.

Quiero que veas el mundo que eres, lo que hay debajo de las mil pieles, bajo tu coraza, tus muros, detrás de la sombra que hace el bulto que has creído que eres. No te mires, ya para de hacerlo, te dirás a ti mismo que eres alguien y no podrás reconocerlo; miraras tu forma y creerás que eres eso, pero solo estas mirando con los ojos del cuerpo. Quiero que veas más allá de las formas, de lo que tocan tus manos, del calor que sientes por dentro, quiero que veas los colores, la temperatura y la melodía que todos los seres somos por defecto. Quiero que te veas a ti mismo, justo como yo te veo, con las notas y los acordes que tocan tus instrumentos.

Cuando te hayas visto, entonces deja de mirar a los demás. Solo quiero que los veas. Que veas la luz que intentan encender pese a la oscuridad que llevan, que valores los pasos que dan, aunque estén cansados de caminar. Se compasivo, mira todo su esfuerzo, déjalos que griten, que se enojen e incluso que te paguen con agravios un favor que les hayas hecho. No los mires equivocarse, quiero que veas como luchan, tarde o temprano se darán cuenta que, en lugar de mirarlos, elegiste verlos. Y esa será tu recompensa, porque habrás sembrado visión en lugar de mirada, cosecharás frutas dulces en lugar de amargas, pues sin importar su sabor, sabrás verlas en lugar de mirarlas.

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