Por: Luis Fernando Cardona Gutiérrez
La mañana gris en Santa Rosa, promete un descubrimiento maravilloso: visitaremos el santuario de un ermitaño dedicado a pintar caballos y esculpir en madera, en la cima del cerro Mirador en la vereda la Paloma.
El campero, guiado por Danilo Salazar, supera con dificultad el empedrado por el cual sólo transitan algunos viandantes, una que otra pareja de enamorados -ávidos de compartir sus caricias en soledad- y trabajadores de una hacienda sembrada de pinos propiedad de unos brasileros.
Nos reciben Rodrigo Sosa y Liliana, su compañera de viaje en esta, la que podría ser la etapa final de su largo trasegar por la vida en busca del encuentro consigo mismo y con Dios.
En la cima de la montaña, Rodrigo nos da la bienvenida a la finca a la que ha bautizado con el nombre de Bellavista.
–Este es mi santuario, aquí puede deleitar la vista con un paisaje de 360 grados.
Ideal, pienso yo, para acostarse mirando la luna y las estrellas. Quizás por eso la vereda se llama La Paloma, en homenaje al observatorio astronómico localizado en el condado de San Diego, California; aunque es muy posible que se trate de una simple coincidencia.
La casa fue rediseñada a su gusto y modificada con sus propias manos. Fachada en rústico, paredes prefabricadas cubiertas en icopor y estuco, pisos en baldosa, amplios ventanales en vidrio, espaciosos corredores, materos y pequeñas esculturas en madera de café y otras especies nativas en las esquinas, sala de estar al pie de la cocina, el taller al lado derecho y una escalera que conduce a la segunda planta, el balcón en madera en la alcoba nupcial y caballos por todos lados. Adornando las alcobas, en la sala de estar, en la cocina, en el estudio aún sin terminar, y en el corredor bajo un alero simulando un establo, pinturas al óleo y al carboncillo, de estos nobles animales, con los cuales el hombre hace binomio para recorrer praderas o conquistar territorios.
Como si la mano de Dios lo hubiera señalado desde la niñez, en Bello, Antioquia, Rodrigo encontró su primer amor en la pintura, a la cual conoció en el aula escolar, cuando subrayó en el “Horario de Clases” los días miércoles, a las 3 de la tarde, la hora feliz en que aprendiera sus primeras lecciones de dibujo.
Más tarde, Rodrigo habría de ingresar al Instituto de Bellas Artes de Medellín donde estudió dibujo artístico, luego dibujo publicitario, aprendió igualmente las técnicas del pastel, lápiz carboncillo, el óleo Y la Acuarela. pero las exigencias del trabajo lo hicieron abandonar sus estudios, mas nunca su amor por el arte pictórico.
Con los años, Rodrigo fue alcanzando la excelencia, inspirado en grandes de su oficio como el huilense Omar Gordillo a quien conocería años más tarde, a causa de una situación anecdótica que le debe a su otro oficio, el de comerciante de comidas rápidas.
–En una oportunidad, con motivo de la visita del Papa a Cartagena, contrataron a un artista, el maestro Carlos Rodríguez, para que restaurara una estatua. El maestro llegó a comer a “Arepas Pues”, el restaurante de mi propiedad en Bocagrande, y se encontró con una muestra de mi obra adornando el comedor. Se quedó maravillado, preguntó quién era el maestro, le dije que yo, y desde entonces me comenzó a llamar “Maestro”; me pareció muy contundente que un gran maestro me tratara como igual, fue cuando me invitó a una muestra artística en Bogotá que se llamaba “Los que dibujan”, ahí tuve la oportunidad de exponer al lado de ese gran pintor que se llama Omar Gordillo–.
Desde entonces, Rodrigo no ha parado de pintar. Preferiblemente caballos, vacas y retratos de personas cuyas facciones le han impactado.
En su inmensa colección, se puede apreciar la evolución del artista que amó las bestias desde su niñez, cuando se embelesaba mirando los equinos del establo más cercano; que luego fue diestro en la equitación al lado del afamado rejoneador Dairo Chica, y que el día menos pensado se trasladó a vivir a Cartagena, a conocer el mar, y terminó enamorado y casado con una indígena, con quien concibió a su única hija, pero que dos décadas después, con el corazón destrozado por la ruptura de su matrimonio, abandonó para internarse en las montañas de Santa Rosa de Cabal.
Rodrigo está jubilado. Hoy hace lo que siempre soñó: Cultivar la tierra, pintar al óleo o al carboncillo, en lienzo o en cartulina, e imprimir en sus retratos, a detalle, las expresiones que magnifican la raza de nuestros antepasados, como aquel que es su mayor orgullo: una mezcla de candor y picardía, de su hija adolescente, que se quedó en La Heroica, abrazada al corazón de su padre separado.
Rodrigo Alberto Sosa Restrepo, desfoga en el arte, las pasiones que atormentan su alma y las alivia con el canto de los pájaros y el aroma de las flores, las distintas facetas de su vida las descubrió en animada charla al calor de un café de origen sobre una mesa rústica donde atiende a sus ocasionales visitantes.
La vida de Rodrigo no es sencilla. De dibujante en la niñez, a militar disciplinado en la adolescencia, de caballista y trabajador de la industria textil en Fabricato, en su natal Antioquia, pasando por próspero empresario de las comidas rápidas en Cartagena, a lo que es en la actualidad, un ser que vive casi solo, pero sueña con transformar su finca en una especie de Arca de Noé, una granja poblada de ganado y especies menores, con perros, gatos, gallinas y uno que otro caballo de carne y hueso, y, por supuesto, una mujer que lo ame y a quien amar para compartir el resto de su vida.
Grandioso ser humano Rodrigo Sosa, el ermitaño, lo admiró y lo quiero mucho. Dios te entrego una vida, mi amigo y tu la sacaste del estadio, gratitud total. dejas la vara muy alta, donde muchos quisiéramos llegar, atesora cada día maestro, es la oportunidad de seguir avanzando hasta el último aliento de vida. aún te quedan muchos días, para dejar una huella imborrable. DTB.
Muy espectacular, hermosa persona Dios lo siga bendiciendo y lebragale muchísimos años más.
Yo estoy fascinado al leer esta cronica… jamas pense ke estuvieras tan arraigado a tu terruno paisa…. tu negocio se ve vivo y radiante,,,, y tus obras Rodrigo, me han impulsado a querer ser tu representante… En realidad Rodrigo eres un talentoso con pronombre de los grandes Maestro Rodrigo Sosa. Estare orgulloso de serlo. Gracias Maestro.
Señor Director: resaltar las cualidades humanas, y fortalezas artísticas en vida, es lo que tiene validez y admiración en su crónica.
Como dice el adagio popular: ‘ en vida, hermano, en vida’.
No se si fue la más acertada decisión el irse y dejar muchas cosas por hacer en su negocio y en su vida familiar,de lo que si estoy seguro es que este calidozo señor amigo y jefe,posee un talento extraordinario admirado por los que tenemos el privilegio de visualizar muy de cerca sus maravillosas obras,inspiradas en sus vivencias e imaginaciones,a este «ermitaño» le digo que no está solo y que siempre tendrá amigos que lo recordamos con cariño y respeto…te queremos rodri te queremos!!!
Maravilloso relato y cúanto talento.
Felicitaciones!!!
Mucho talento …estas en el mejor lugar en estos tiempos…para expresar tu arte y para tu bienestar…te felicito
Que lindo, excelente crónica Rodrigo, siempre te recordamos y te felicito por ese talento hermoso, eres un excelente ser humano, que Dios te bendiga y te guarde por siempre. Te mando un abrazo gigante desde la distancia.
Hermosa crónica, donde refreja el amor por el arte y la inspiración del protagonista son los caballos.