Por: Luis Alberto Martínez
Me dispongo a escribir estos renglones, pero antes me tapo la nariz y la boca con el tapabocas para evitar el fatal contagio del coronavirus, además me lavo muy bien las manos con mucha agua y jabón y remato con alcohol, que es lo que recomiendan; luego saco el metro y tomo las medidas de distanciamiento, acogiéndome a las normas de bioseguridad impartidas por el presidente Duque, yo me cuido.
Habiendo cumplido a cabalidad con este, ya habitual ejercicio, hago las siguientes anotaciones de este elemental útil, que se puso de moda a comienzos de 2020, y lo que es moda no incomoda, como dicen y también, sobre las otras recomendaciones.
Aunque viéndolo bien, si “incomoda”, porque ya no podemos estrechar y besar efusivamente a nuestras amigas en la calle por aquello del alejamiento obligatorio, a nuestros viejos amigos ya no los saludaremos con un fuerte apretón de manos, ni tampoco abrazaremos por el emotivo encuentro, creo que aquí los grandes perdedores son los políticos que en campaña abrazan a todo el mundo y dan palmaditas en la espalda, ahora es puño a puño y codo a codo.
Algunas mujeres muy osadas e ingeniosas están estudiando dónde más se puede colocar el tapa bocas, para aprovechar las ventajas que ofrece: es cómodo, suave y mantiene una temperatura muy agradable, y a ellas les encanta, creo que su majestad escondida puede ser el sitio ideal.
Hemos visto algunos videos que muestran a ciertos irresponsables midiéndose cuatro y hasta cinco tapabocas de esos que venden en las calles, se miran al espejo y al final solo se llevan uno y los demás los dejan ahí infectados y los vendedores quedan felices por la venta realizada.
Haciendo un poco de remembranza, los que somos mayores de cincuenta y si la memoria no nos falla todavía, recordemos que hace ya mucho tiempo las señoras asistían a la santa misa dominical con un ancho manto sobre sus hermosas cabezas, era una costumbre vanidosa y una creencia religiosa y respetada. Terminada la ceremonia abandonaban el sagrado recinto en completo orden y ya en el dintel de la puerta cruzaban las puntas de las prendas por sus lindos rostros tapándose la nariz y la boca, no por temor a contaminarse, ya que en ese tiempo no había amenaza de virus, ni contagio de ninguna especie, el aire era puro y se olía el fresco aroma del campo.
Esta sería una maravillosa idea para las damas de hoy, darle vida al manto, les protege el cabello, les sirve de tapabocas y les da un toque de elegancia y sobriedad, además contribuirán a la generación de empleo con la fabricación de este elemento en la actual época de pandemia económica; y dentro de un año cuando ya el Covid 19 nos haya dejado en paz, no queden ellas, como los boxeadores, con las narices chatas y las orejas coliflor. Esperamos que así sea. Amén.
Felicidades. Luis Alberto Martínez. LAM
Claro, SeñorcColumnista: tener en cuenta la salud y elevar la vanidad de hombres y mujeres, en el uso del Tapabocas, que creo será una prenda indispensable en tiempos, donde la contaminación ambiental, va a generar diferente virus.