Por ALVARO CAMACHO ANDRADE
Una madrugada de 1995 mientras dormía la borrachera de la noche anterior en el Rincón Clásico soñé que una bella gitana en un sórdido callejón me preparaba un verde brebaje al que le salía humo que me hizo beber utilizando mentiras y engaños con el fin de dominar mi voluntad, con aquellos sortilegios y artilugios lo logró (bueno yo también me dejé). Soñé que hacía una exposición con mis fotografías y que miles de personas la visitarían. El sueño y la idea se convirtieron en una obsesión, me veía escogiendo fotos, enmarcándolas, haciendo caballetes y que miles de personas visitarían la muestra. Un lunes dos días después fui donde el secretario de gobierno de Pereira y le pregunté cómo hacía para que me prestara la Plaza de Bolívar para hacer una exposición, yo era fotógrafo de la alcaldía y la cosa no le pareció descabellada, después de unos trámites me concedió el permiso durante 15 días, a continuación visité al gobernador Roberto Gálvez y le dije que me ayudara, que pensaba hacer una exposición con 40 cuadros en marco de pino, con vidrio anti reflectivo y sobre caballetes de guadua en la Plaza de Bolívar -Usted está loco- me dijo, – se le van a caer y se le van a romper, va a llover y se le van a mojar y se los van a robar, le voy a ayudar pero usted está loco. Se me ocurrió que a cada cuadro le podría buscar un patrocinador o un padrino, hice propuestas y logré con el dinero que podía recoger ampliar 40 fotos, mandé a hacer igual numero de marcos en pino, compré varias láminas de vidrio ya recortado a la medida, un ebanista experto armó los caballetes en guadua gruesa y Bavaria me prestó una caseta que fue ubicada en la plaza en la esquina de la calle 19 con 8a donde hoy trabaja «El Señor de los Anillos».
La muestra se componía de una recocha de fotos sin un tema especifico donde podíamos encontrar una flor blanca con un bicho amarillo y negro posado en uno de sus pétalos, una mujer Embera en blanco y negro, un policía en formación sacando la lengua o un paisaje en la Laguna del Otún, por eso decidí ponerle el audaz nombre de RETROSPECTIVA. Contraté cuatro muchachos que me ayudarían con la logística, montando, cuidando y recogiendo la exposición. Un jueves (porque me contaron que las exposiciones se montan los jueves) a las 8 am llevamos caballetes y cuadros, y bajo una carpa (también de Bavaria) sobre una mesa con un mantel azul exhibimos copias de las fotos tamaño carta para la venta.
Mas o menos hora y media después abrimos, no hubo inauguración ¡fue un a locura! la gente que llegaba a la plaza se lanzó sin control a ver cada foto, media hora duró con 40 cuadros porque un señor tropezó con uno de las caballetes, tumbó el cuadro y que se rompió, a los cinco minutos sonó el segundo, recogimos los vidrios, los caballetes y los cuadros y los guardamos en la caseta, una hora después cuando todo iba bien comenzó a llover, corrimos los cinco a recoger los cuadros para guardarlos, dos se echaron a perder. Cuando pasó la lluvia volvimos a montar y a las 5 pm di la indicación de recoger, el balance no fue bueno pero mucha gente pudo conocer la exposición. Al otro día mandé a arreglar los daños y pude completar de nuevo la muestra, los ayudantes trabajaban en dos jornadas por lo tanto solo eran dos por turno, uno cuidando y una chica vendiendo fotos (muy pocas inicialmente), un muchacho que merodeaba la plaza acompañaba todo el día a los trabajadores y se ganó su confianza, en el momento de recoger se ofreció para ayudar a cargar dos cuadros !todavía lo estoy esperando!. El gobernador tenía razón, Se mojaron, se cayeron y dos se los robaron. El domingo yo estaba un poco desanimado, puse el denuncio del robo con un amigo de una inspección y de regreso me encontré con dos periodistas amigos, uno de La Tarde y otro de El Diario del Otún a quienes conté la historia, al otro día, un lunes sale la noticia: ROBAN DOS CUADROS DE LA EXPOSICIÓN EN LA PLAZA, Caracol y RCN no se quedaron atrás y me entrevistaron para que contara lo del robo y del por qué de la muestra, (y todos los perendengues que le agregan los comunicadores). Los siguientes fueron días de éxito, vendí cuadros, muchas fotos y la gente se acercaba para brindarme su solidaridad. El gobernador tenía razón, la gitana lo leyó, miles de personas vieron la exposición y el amigo de los cuadros ni por la paga volvió.
Anécdota de lujo.
Gracias