La democracia a veces pone a los votantes en una difícil encrucijada. Los partidos ya no son lo que en el pasado significaron, fortaleza y probidad. Atomizados y debilitados, son presa de líderes populistas que logran subordinarlos para sus pretensiones personales, caso Petro y Hernández entre nosotros y Trump y Biden en Estados Unidos. El que se escoja es malo sin alternativa alguna, como bien lo está viviendo Colombia y malo será el que finalmente gane la presidencia en el país más poderoso del mundo. Joe Biden ha sido un presidente decente y de buen recibo, cuyas facultades mentales están disminuidas por la senectud, demostrada en varios episodios de su ejercicio como actual mandatario, y corroboradas en el debate televisivo protagonizado en días pasados, en el estudio sin público de la CNN en Atlanta. Trump se mostró seguro y contundente, frente a un Biden nervioso que con voz entrecortada, cerrando los ojos para concentrarse en busca de pensamientos que no lograba organizar, debió soportar el machacón insistente en sus puntos débiles, de un Trump mentiroso y exagerado que llegó a afirmar que “Biden es un candidato de Manchuria” que estaba “siendo pagado por China y que todo el país está explotando por su culpa”. La expresión “candidato de Manchuria” hace alusión a un candidato manipulado. Sin duda alguna el debate fue más personal que político. La antipatía mutua los llevó a esquivar un acto de simple cortesía, como el de saludarse con un apretón de manos. Fue un encuentro lleno de diatribas e insultos. “Usted tiene la moral de un gato callejero” le dijo Biden a Trump, quien lo atacó mencionando a Hunter, el hijo de Biden, por su reciente condena penal por cargos federales relacionados con armas de fuego, e hizo una amenaza indirecta de que si Biden pierde, podría enfrentar cargos en su futuro gobierno. “La única persona en este escenario que es un delincuente convicto es el hombre al que estoy mirando ahora mismo”, le dijo Biden. Eludiendo la pregunta de si se comprometía a aceptar los resultados de las elecciones, al ser presionado por una tercera vez dijo que aceptaría, pero con un evidente “sí” condicional, si son unas elecciones justas, legales y buenas, (por supuesto, buenas para él). Ambos candidatos acordaron el pasado 15 de mayo celebrar, fuera del ya realizado el 27 de junio, otro debate el 10 de septiembre, con la cadena ABC News, antes del inicio del voto anticipado. Según los analistas el debate transcurrió entre las mentiras de Donald Trump y la pasividad de Joe Biden, a quien identifican como el más perjudicado por su imagen de presidente en una edad avanzada que acusa serios problemas cognitivos. Según una encuesta de CNN el 67% de los votantes en Estados Unidos cree que Donald Trump ganó este primer debate. El 81% de los encuestados manifestó que el debate no tuvo ningún efecto sobre su decisión a la hora de elegir presidente, otro 14% dijo que el evento les hizo reflexionar pero sin cambiar la opinión que mantienen y solo un 5% admitió que cambió de parecer. En la reciente Cumbre de La Otán, Biden dijo: “Y ahora quiero ceder la palabra al presidente de Ucrania, que tiene tanto coraje como determinación. Señoras y señores, el presidente Putin”. Si el partido Demócrata quiere continuar en la Casa Blanca, deberá convencer a Biden de dar un paso al costado, presentando una figura joven, capaz y brillante, para tratar de “venderla” en estos cuatro meses que restan. Si esto sucede en el país más poderoso del planeta, que esperar de democracias como la nuestra, donde el Presidente recibe sentado en su “trono” el saludo del nuevo Comandante de las Fuerzas Militares. El desprestigio de los partidos políticos se agiganta, minados por la falta de valores éticos. Convertidos en escampaderos de oportunistas y desvergonzados solo esperan la oportunidad que los sitúe en el manejo de los recursos públicos para apropiarse de ellos, contando con un Código Penal complaciente que en vez de castigarlos les quita una parte muy pequeña de lo robado, mandándolos a la casa por cárcel para finalmente legalizarles el producto de su atraco. Desde luego, contadas son las excepciones de estos “abnegados servidores públicos”. Aquí como allá, la política dejó de ser un oficio decente en el que los intereses particulares priman sobre el bienestar general. El cinismo, la terquedad y la arrogancia se impondrán en el país del norte, cobrándonos la osadía de elegir un gobierno de izquierda, con el que mantendrá apenas las necesarias relaciones gubernamentales, quitándonos o al menos manteniendo unas mínimas ayudas para conservar la aparente calidad de país “aliado”. Sin duda alguna, no lo merecemos.
Alberto Zuluaga Trujillo. Alzurtru45@hotmail.com