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LUIS FERNANDO CARDONA
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OJO CON EL CINE

Siempre se ha dicho que hacer cine es una complicación. Es un trabajo arduo. Es una tarea que merece respeto. Y, sobre todo, que vale mucho dinero. Que es muy costoso. Casi que es tarea de grandes magnates y solo de ellos. Muchos millones de espectadores en el mundo piensan eso, cada que entran a una sala de cine, porque además de la boleta, hay que comprar un pote inmenso de crispetas, una Coca-Cola (que pareciera, es la que promociona a los directores y distribuidores de las películas en este planeta) y un perro salchicha, lo que acelera el valor de la boleta y obvio, lo que ha permitido que la asistencia a este tipo de diversión, se haya convertido en un “lujo” que hay que aprobar solo para quienes tienen muy buena posición social. Como quien dice, los pobres no tienen derecho al cine, el espectáculo (arte) más popular que se haya inventado en este planeta.

Eso no es verdad. Es una falacia. Es una tontería.

Muchos hombres inteligentes en este planeta han demostrado que el cine, o mejor, el mejor cine, es obra de hombres inteligentes que están por encima de la creatividad de las “multinacionales”.

Un tal Robert Rodríguez hizo una vez una película (EL MARIACHI) con pocos dólares y asombró al mundo). Otro, en Irán, hizo otra obra maestra con pocos pesos: Majid Majidi, “LOS NIÑOS DEL CIELO”, y se ganó el público del planeta y un puñado de premios, con una historia sentida, sensible, inteligente, bella, tierna, humana y hasta muy local, que la volvió universal, sencillamente porque la hizo con cámaras tomavistas sencillas y con actores naturales sencillos y con un ambiente sencillo y con una historia casi que basada en la vida real, impresionantemente sencilla, que le llegó a todos los espectadores del mundo, sin necesidad de hablar en el idioma de los iraníes, porque la solidaridad y el amor de unos niños con sus padres, no necesita de palabras sofisticadas, raras, ilegibles y ni mucho menos, intraducibles. El amor es natural, como el aire que se respira, como el amor que se siente, como el amor que nace en el corazón, téngase o no una formación intelectual o natural o silvestre, como lo experimentan miles de millones de habitantes en este planeta que no tienen idea de cómo se hacen las películas en Hollywood, la meca del cine, que miente siempre.

Películas hechas con celulares, películas cortas, películas que nacen en escuelas y colegios, películas que nacen de golpe, películas que surgen de una conversación cualquiera, películas llenas de poesía y de sueños que pululan en este mundo hechas con las mentiras de Los Ángeles (no los ángeles de verdad, sino los de Estados Unidos), van poco a poco ganando espacio, para demostrar que el cine, diferente, bueno, magistral, no tiene por qué ser hecho con recursos sofisticados, prosopopéyicos, mentirosos, estrafalarios, repletos de trucos y ruidos y fantasías y mentiras de todo tipo, para ser bueno.

El cine debe contar verdades, animar a vivir y a soñar y hasta AMAR, para anhelar y creer que pueden existir mundos mejores.

Así de sencillo.    

2 COMENTARIOS

  1. El cine como toda expresión artística debe ser creativo, propositivo y si se quiere crítico; nunca un método de sacarle unos denarios al espectador que es para quien se hacen las películas. Gracias señor Germán.

  2. El cine es arte, es creatividad, y ahí es donde está el espacio para desarrollar buenas cintas, el dinero no lo es todo. Agradable columna

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