“Serafín ahora entre las raíces del pantano”
¿Dónde está serafín?
Olvidado; con los puños cerrados,
mientras espera las lluvias de enero,
moribundo, tejiendo con lágrimas su olvido
urdiendo una segunda piel,
roca que le cubrirá como el vino y el fango.
Adónde va serafín, entre el rio oscuro
frente al puente de la vieja,
solo un pobre hombrecito que se posa en tu hombro
y el aire traspasa sus heridas,
y la luz no se inmuta ante la imagen de un gatito ciego.
-Hay una cerca alrededor de su finca es todo lo que lo que posee-.
¡Te robare eternamente le susurran los cielos!
Lo sostengo con el ánimo de una bestia enjaulada. Ahora sí:
Aquí está serafín en mi pulso, temblando.
Nadie puede herirlo;
ni siquiera la palabra impúdico, pegada a su pecho,
con su tatuaje de azul diluido;
ni siquiera el alfanje o el aluvión que imaginarás después
cuando la urbe dormite el letargo junto a luzbel;
aquel ángel trágico, soñado en filistea
que los hebreos alabaron a escupitajos.
Quien podrá rozarte,
apretare mi mano si te caes
y luego mi brazo será una ínsula
donde vivirá el olvidado
y el día saldrá de la nada
(porque el verbo amanecer vivirá en la presencia de mi palpito.
¿Cómo brotaran los ciruelos y las grutas?
y una gran ribera sin viajeros donde serafín descansara al amanecer
mientras esperaba que yo invocara a los suyos
y sus amantes germinaran repentinamente de mi hálito,
y las siemprevivas nacerán en las rocas de los torrentes,
surgirán nuevos dioses que invocan a la oscuridad
y construyen un camino de agua por la tarde,
que llega hasta los peregrinos del Quindío)
-Mirad las aves que vuelan por el cielo: no siembran, ni cosechan. ¿Cuándo sus pequeños claman a Dios y vuelan sin comida quien los alimentara?
¡Ahora, aquí!
Entonces querrás buscarlo para investir su cabeza con óleo.
y proclamar: amado mío has regresado
después de comer algarrobas con los cerdos,
pero nadie te dejará cruzar la puerta del edén
incluso si le das a Heracles como regalo
ni aunque rasgues tus prendas en el borde de los valientes,
porque serafín, tan pequeño, cazará en el rastro de mi huella
con una nueva tierra de Ur que ilumina su ocaso.
Te expondré, oídme:
incluso si lo llamas a gritos no responderá,
aunque te escuche, nadie reconocerá tu voz,
tu verbo naufragando entre palabras;
el rostro que lo ha visto no lo reconocerá
su mirada estará sobre mí y no seré. ¡No supliques!
Deja que el universo tiemble …
Aquí estarás para siempre, condenado a la distancia de su propio aliento.
Y aunque ni la muerte ni la culpa pueden tocar el borde de su abrigo,
el silencio del hombrecillo emponzoñará tu sangre.
Tu felicidad será tu peor condena;
el averno germinara en tu quimera.
*
MAS ALLA DE LA ROCA
Sé que más allá de la roca.
Esta la humilde hierba,
el musgo que mira hacia los acantilados;
las olas hijas de la luna, que copulan con las playas eternamente.
Aquí en la cueva, la gota de agua que invade la angustia;
la paloma cruel del desamparo,
la piedra gastada del ensueño.
¡Oh desesperanza, oh piedra, oh dolor ¡
Quiero oír tu voz desde las rocas ¡oh serafín¡,
tú que danzabas entre las cebollas desafiando a los dioses,
invocando a Diônysos.
Serafín ahora en las raíces,
entre los rincones húmedos,
huérfano entre las charcas podridas del pantano.
Aquellas piedras sencillas del rio
tocan las manos de la eternidad.
Desde la sencilla flor hasta el gran roble,
todo tan finito.
prisioneros entre las paredes del olvido
Onésimo Vásquez posada


