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LUIS FERNANDO CARDONA
Director Fundador

ActualidadLA BARBARIE RECORRE AL MUNDO

LA BARBARIE RECORRE AL MUNDO

Vivimos tiempos en que la barbarie parece haberse instalado en el corazón del mundo. A diario, desde cualquier rincón del planeta, nos llegan noticias de violencia, guerras, desplazamientos forzados y discursos de odio. La humanidad, que ha alcanzado avances científicos y tecnológicos inimaginables, parece retroceder en lo más esencial: su capacidad de convivir en la diferencia. La invasión de Rusia a Ucrania ha generado una estela de muerte, destrucción y millones de personas desplazadas. La violencia entre Israel y Palestina, que ha cobrado miles de vidas inocentes en ambos lados, sigue sin solución, alimentando generaciones enteras con el dolor y la desconfianza. Las amenazas de intervención de los Estados Unidos hacia países como Venezuela generan tensiones que mantienen en vilo a pueblos enteros. Y en Colombia, nuestra casa común, asistimos con preocupación al enfrentamiento entre sectores que defienden visiones distintas de país, muchas veces sin siquiera escucharse. Desde la psiquiatría comunitaria entendemos que la violencia no es solo un fenómeno político o militar, sino también un síntoma profundo de malestar psicosocial. La barbarie —esa actitud de destruir al otro por el simple hecho de no compartir nuestra forma de ver el mundo— es una expresión de la ignorancia, del miedo y de la incapacidad de reconocer al otro como legítimo diferente. Es, en última instancia, la negación del otro como ser humano.

 

Cuando no se cultiva el diálogo, cuando se privilegia la imposición sobre la escucha, el odio y la violencia encuentran terreno fértil. Como comunidad humana, nos cuesta entender que las diferencias —de opinión, de cultura, de creencias— no son amenazas, sino una riqueza invaluable. Cada individuo, cada pueblo, tiene derecho a pensar, sentir y vivir de acuerdo con sus convicciones, siempre y cuando no imponga su visión a la fuerza sobre los demás. ¿Qué hacer ante este panorama sombrío? Algunos estudiosos del comportamiento individual y colectivo proponen una salida que, aunque pueda parecer sencilla, es profundamente transformadora: escuchar al otro. Escuchar de verdad, con respeto, sin la intención de convencer o de ganar una discusión, sino con la disposición de comprender y de reconocer al semejante en su dignidad. Aceptar que el otro tiene derecho a ser distinto es el primer paso para construir comunidades más sanas, menos violentas, más humanas. Ninguna ideología, religión, nación o sistema económico justifica la agresión ni mucho menos el exterminio. La paz no es un acuerdo entre gobiernos, es un tejido que se construye día a día en las relaciones cotidianas, en las escuelas, en los barrios, en las redes sociales y en los espacios familiares.

 

Es hora de dejar atrás la barbarie y apostar por la empatía, por la palabra y por la vida. El futuro de la sociedad actual y de la que construyamos en el futuro depende de nuestra capacidad de reconocernos en el rostro del otro, no como enemigos, sino como compañeros de camino en esta compleja, pero hermosa, aventura humana. ¿Estamos dispuestos individual y colectivamente a reconocer humildemente que no tenemos la verdad absoluta sobre todas las complejidades de la existencia humana? www.urielescobar.com.co

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