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LUIS FERNANDO CARDONA
Director Fundador

ActualidadLA TASA DE INTERÉS EN DISPUTA ¿ESTABILIDAD FINANCIERA O BIENESTAR SOCIAL?

LA TASA DE INTERÉS EN DISPUTA ¿ESTABILIDAD FINANCIERA O BIENESTAR SOCIAL?

 

Estados Unidos y Colombia están tomando caminos opuestos en materia de política monetaria.

 

La Reserva Federal (FED), comenzó a reducir sus tasas de referencia, ubicándolas en un rango entre 3,75% y 4%, argumentando señales de enfriamiento del empleo y una inflación que cede.

 

En contraste, la junta directiva del Banco de la República de Colombia, en su última reunión, decidió mantener su tasa de intervención en 9,25%, aun cuando diversos sectores productivos del país manifiestan señales de fatiga económica.

 

La divergencia no es casual, responde a formas distintas de concebir la relación entre control de precios, dinamismo económico y bienestar social.

 

Y en ese debate, Colombia enfrenta un dilema profundo, ¿debe priorizar la estabilidad macroeconómica, aunque ello implique frenar la actividad económica y el empleo?

 

La votación dentro de la Junta Directiva del Banco de la República reflejó miradas diversas, cuatro miembros aprobaron mantener la tasa, dos propusieron recortarla en 50 puntos básicos y uno planteó una reducción más moderada.

 

Ese desacuerdo interno es importante, revela que la realidad económica admite más de una interpretación y que no hay un único camino técnico inevitable.

 

Las tasas elevadas sirven para moderar la inflación, atraer capitales internacionales y sostener la estabilidad del tipo de cambio, pero esos beneficios tienen contrapesos visibles:

 

El crédito se encarece para hogares y empresas.

 

El consumo se desacelera.

 

Se postergan inversiones y se reduce la contratación.

 

El riesgo de cierres y quiebras aumenta, especialmente en micro y pequeñas empresas.

 

La estabilidad, cuando se obtiene de manera prolongada a partir del encarecimiento del crédito, se transforma en un freno para la producción y el empleo.

 

En términos sencillos, una tasa alta controla los precios, pero también enfría la vida económica.

 

Los indicadores macroeconómicos pueden lucir estables en los informes institucionales, pero la ciudadanía experimenta lo contrario, comercios sin rotación, talleres que reducen turnos, universidades con estudiantes que aplazan matrículas por falta de crédito, familias que pagan deudas con nuevas deudas.

 

El pensamiento de Manfred Max-Neef (Premio nobel alternativo de economía) sigue siendo vigente, la economía debe servir a la dignidad humana, no al revés.

 

Una política económica que no mejora la vida de la mayoría pierde su sentido, por más sólida que parezca en sus indicadores.

 

Durante años se asumió que la inflación debía combatirse sin concesiones. La teoría y la evidencia muestran que puede existir un equilibrio en el que se acepta un nivel moderado de inflación como parte de un ciclo de crecimiento y empleo.

 

La conocida relación entre inflación y desempleo —asociada a la curva de Phillips— vuelve a ser discutida en economías que, como la colombiana, tienen alta informalidad y baja productividad estructural.

 

En Colombia, más de la mitad de los trabajadores se emplean en condiciones informales. Si la tasa alta reduce la actividad económica, lo hace primero y con más fuerza sobre quienes ya están en situación de vulnerabilidad.

 

Por eso, el costo de la política monetaria no se distribuye de manera pareja, se concentra en los sectores con menor margen de resistencia.

 

Otro elemento decisivo rara vez aparece en el debate público, Colombia depende de la entrada de capital extranjero de corto plazo, es decir, recursos que llegan buscando rentabilidad y pueden salir tan rápido como entraron.

 

Esa fragilidad obliga al país a mantener tasas relativamente altas para retener dichos capitales.

 

El problema es que se trata de una estrategia de equilibrio inestable, garantiza estabilidad financiera temporal, pero dificulta la construcción de una economía productiva sólida.

 

La salida real no está en sostener indefinidamente tasas elevadas, sino en fortalecer la producción interna, la innovación y las cadenas productivas territoriales. Sin esto, el país seguirá dependiendo de la rentabilidad financiera como ancla de estabilidad.

 

No se trata de restarle autonomía al Banco de la República, se trata de coordinar:

 

Política monetaria (tasas e inflación)

 

Política fiscal (inversión pública)

 

Política industrial y productiva

 

Política laboral y social

 

Si cada una actúa de manera aislada, la economía avanza como un cuerpo cuyas extremidades tiran en direcciones diferentes.

 

Una tasa de interés no es solamente un instrumento técnico, es una decisión que influye en quién prospera y quién queda al margen.

 

Colombia está en un momento de inflexión. Hoy debe decidir si continúa sosteniendo la estabilidad mediante la restricción o si empieza a construirla fortaleciendo la producción, el empleo y la vida económica cotidiana.

 

La estabilidad financiera es necesaria, el bienestar de la población también lo es.

 

El desafío consiste en que no se excluyan mutuamente, porque la verdadera salud de una economía no se mide solo en inflación controlada, sino en la posibilidad real de las personas de vivir con dignidad, trabajar, emprender y proyectar su futuro.

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