Por Vigìa Cìvica – James Fonseca
Los conceptos, serios, sobre el deslizamiento en la vía “La Romelia, El Pollo” coinciden en señalar el agua como la desencadenante y dicen: Que después del derrumbe de hace un año, se identificaron nacimientos de agua en la ladera; que las casas del barrio Matecaña durante años y hasta hace poco, vertieron sus aguas negras sobre la falda; que las lluvias fuertes podrían estar superando los colectores del aeropuerto; que vieron salir agua de tuberías que afloraron después del deslizamiento reciente, donde la red de acueducto está cerrada desde hace un año. Cada uno de estos fenómenos, separada o conjuntamente, puedo ser la causa.
Pero esta es y será, una cuestión irrelevante, porque ya es imposible identificarla y porque la prioridad, ahora, debe ser una discusión constructiva sobre el futuro inmediato de esa zona, desde tres ópticas. El aeropuerto, la vía “La Romelia, El Pollo” y el Barrio Matecaña.
Los ingenieros de nuestra organización estiman que, por ahora, no hay riesgo para el Aeropuerto, pues, después del deslizamiento de hace un año, a la pista le construyeron una pantalla de protección, anclada sobre la roca, a más de 20 metros de profundidad, lo que la mantendrá relativamente segura, mientras los deslizamientos no se repitan.
El problema de la vía “La Romelia, El Pollo” (¿cuándo le cambiaremos el nombre?) es el tamaño del derrumbe reciente, mucho mayor que el de hace un año, cuya remoción tardó casi un mes. En el de ahora el tiempo será mucho mayor, lo que producirá dificultades en la movilidad de toda la región; y también el precio.
Si a ese costo sumamos lo necesario para estabilizar el talud, los $10.000 millones que, por fin, envió el gobierno nacional, prometidos en julio de 2019 y que aquí esperamos con una paciencia condenable, ya no serán suficientes. Entonces no quedará otro camino que una colecta, a la que, además del municipio de Pereira, deberían aportar el gobierno de Risaralda, INVIAS y la CARDER, entidad que, por lo menos, así debería ayudar a resolver un problema que creció por su falta de actividad.
En la estabilización hay que actuar rápidamente, para impedir mayor deterioro de la zona. El gobierno municipal debería reunir a los ingenieros de suelos e hidráulicos y a los geólogos, vinculados a Pereira, que suman conocimientos y experiencia en el manejo de suelos saturados e inestables. Ellos, seguramente, por su compromiso con la ciudad, aportarían conceptos valiosos.
La dificultad más compleja es la del barrio Matecaña, donde la Dirección Operativa para la Prevención y Atención de Desastres, DOPAD, en 2015, identificó 268 viviendas en zona de “riesgo alto no mitigable”, por “fenómenos de remoción en masa” y donde, salvo una insuficiente obra de mitigación, está todo por hacer.