«¿Qué otra cosa es el hombre sino memoria de sí mismo?”
Juan José Arreola
Por el bosque ensayo hacer de mi cuerpo
un forastero entre ermitaños; entre hojas caídas
intento ser el guerrero ciego de la desesperanza
un fugitivo; ejerciendo mi vocación de
antiguo ballestero de los castillos de la angustia.
Ya se acerca el tiempo del regreso… a la indolencia.
camino estéril de ciegos por valles de ignorados.
¿Será posible el regreso después de una temporada de farsas?
¡pleno fulgor de atajos por el rio de los enmascarados!
Como un niño que tirita me agarro a los rezos desde la cocina
Orfandad de labios y de besos entre el humo del café matutino.
La cocina de mi abuela era una ruta de fantasmas
de historias de mujeres que corren;
entre las selvas; heridas, apunto de parir.
Miro hacia las montañas con la pesadumbre de los olvidados.
En un instante el humo que se aleja se lleva los ruegos
y las plegarias de los penitentes.
¿Aun estas allí niño; señalando con la mano de tu madre arrodillada?
II
La orilla del rio es refugio, bajo el puente de los que esperamos.
Huyo hacia el regazo de la tarde, es mi abuela esperándome.
Lloro:
Son tan preciosas tus manos abuela
y tu sonrisa es un astro que se pierde entre la ceniza,
soy el náufrago de tu mirada, buscándote,
buscándote aquí entre los derrotados de la memoria
sus prisioneros.
Solo el rumor del agua acude a nuestra ayuda.
El viento que no miente, fugitivo como la verdad y las lluvias.
Todo en vano.
Somos aquellos que buscan perdidos sus hogares en la noche
náufragos entre la ciudad de los muertos.
Prisioneros en las pupilas de los que esperan
en las filas de las ciudades que agonizan.
Los que apenas llegan y pronto se irán.
Onésimo Vásquez posada
Septiembre 16/ 2021