Por Juan Nicolás Gaviria
En la columna introductoria a esta serie, advertía que Pereira cuenta con un territorio rural equivalente al 95% del total. ¡Esto es mucha tierra! Tierra que está en su mayoría compuesta por pequeñas fincas y pequeños cultivos, en buena medida todas ellas con algún grado de conectividad.
Resulta que Pereira cuenta con más de 16 mil hectáreas sembradas en cultivos de “pancoger”, más de 19 mil en pastos lo cual no quiere decir necesariamente ganadería, y un poco más de 500 hectáreas en bosque nativo. Pero el dato más revelador son las mas de 35 mil hectáreas de suelo con vocación agropecuaria que no se están utilizando para nada en este momento.
¿Yo me pregunto que hace uno con tanta tierra ahí parada? No me malinterpreten, pero toca ser muy dormido, pendejo, o rico para no hacer nada con eso. Estar uno parado en la mitad del país, con suelos perfectos para la agricultura y un mercado ávido de consumo, y no hacer nada con eso, ¿O será que el problema es otro?
Creo saber que sucede, o a lo sumo me lo imagino. Mucha de esa tierra se encuentra concentrada en pocos propietarios, propietarios que reciben dicha tierra producto de herencias, y que ahora no encuentran qué más hacer con ella, no aprendieron el oficio de trabajarla, solo advierten esperar que la expansión de la ciudad llegue a sus linderos y sea momento, entonces, de urbanizar.
Triste eso pero entendible, faltaría más; envidia da incluso. Pero mientras llega ese momento de urbanizar pueden pasar 10, 15, 20 años, tal vez más. En ese tiempo es mucho el café, el maíz, la caña, la naranja, el banano, el plátano, etc, que se alcanza a producir. Sin mencionar cultivos menos intensivos, que gracias a las características de biodiversidad de nuestra tierra podrían reportar ingresos interesantes.
Sin embargo, yo entiendo al dueño de la tierra y creo que todos podríamos entenderlo. Y es que ponerse a producir alimentos supone un esfuerzo muy grande, diferente al que supone ser rentista de capital, algún otro incentivo deberá surgir. Por eso ojo al dato, en suelos pereiranos solo se produce el 30% de los alimentos demandados por la ciudad, eso es mucho mercado por abarcar que hoy está atendiendo la industria agrícola de otras regiones.
Pero veamos un poco cómo es eso de meterse de agricultor. Toca hacer un estudio de mercado, también analizar el terreno a ver qué da mejor, costear la siembra, los abonos, los herbicidas, lo fungicidas, lo plaguicidas, montar un sistema de riego o si no se requiere, contratar agrónomo, quien vigile el cultivo, contratar recolectores, contratar el transporte, etc. En resumen, para eso toca tener vocación. Con la vocación de la tierra no basta.
¿Entonces qué es lo que pasa con esa tierra, es que no se tienen incentivos para trabajarla? ¿O será más bien que los herederos de estas tierras son terceras generaciones? Esas que dicen los gurús de los negocios que acaban con todo. Ojalá no sea eso, pues tenemos todo para ser competitivos, solo nos faltan las ganas.
No todos tenemos vena de agricultores, faltaría más. Pero creo yo que, “quien tiene tienda que la atienda, sino que la venda”. Por eso las ultimas administraciones municipales han hecho esfuerzos importantes por crear conectividad y suplir necesidades insatisfechas de la zona rural y atender los retos del sector.
Recientemente estamos viendo un esfuerzo por parte de la Secretaria de Desarrollo Rural, el cual busca eliminar eslabones y barreras para el acceso de los habitantes de la zona urbana, a los productos agrícolas que cultivan nuestros vecinos de la zona rural. Mediante mercados itinerantes, todos lo fines de semana tenemos acceso a productos frescos producidos por nuestros paisanos.
Y es que así es como se logra la reactivación, no solo del sector, también de la ciudad. Con ese tipo de iniciativas se logran procesos de innovación, no solo de canal, también de propuesta de valor y relacionamiento con el cliente. Con este tipo de iniciativas se garantizan más de 4,700 empleo solo para los cultivos de café, plátano, aguacate y cebolla. Eso sin mencionar los que se generar con ese nuevo canal que se crea.
Los retos del sector son variados, se encuentran bastantes predios rurales sin ser formalizados y lo que ello supone para el acceso a crédito y capital de trabajo, los canales logísticos no están diseñados para atender la oferta local, no contamos con una plataforma exportadora solvente, la asociatividad aún está en sus primeras etapas, las competencias del agricultor en cuanto a planeación y estrategia son bastante limitadas. En fin, un camino largo aún por recorrer.
Pero nos quedan un reto adicional y en mi opinión el mas relevante, el relevo generacional. El campo dejó de ser atractivo para nuestros jóvenes, allí no ven su futuro. Así como ser empresario ya no es lo que era antes en términos del imaginario colectivo, la agricultura hace años perdió su brillo. Es una lástima.
Creo que es buena hora para que las administraciones municipales y departamentales aborden esta problemática, a lo sumo una inversión en tiempo para su análisis, y así devolverle el “glamour” a este oficio desprestigiado y relegado, el cual no solo es vital para la seguridad alimentaria de nuestro territorio, también es una deuda moral que tenemos con el sector.
La apuesta por el campo y el agro no tiene pierde, tenemos la tierra, tenemos las vías, tenemos el mercado, tenemos el conocimiento; solo faltan las ganas. No puede ser que el único futuro que le queda al agro risaraldense sea sembrar aguacate Hass, que bien sea dicho de paso, solo el 49% se encuentra sembrado en zonas optimas para su cultivo.
Creo también que contamos con dos administraciones comprometidas y claras en dicho objetivo. Sin embargo, una golondrina no hace verano; si el dueño de la tierra no tiene ganas, no se le puede obligar, solo se le puede incentivar. Y para eso existen muchos mecanismos. El hecho de que solo el 30% de los alimentos que demanda la ciudad sean producidos aquí, nos da una luz muy importante sobre el potencial del mercado y eso debería ser incentivo suficiente.
Resulta oportuno, así como se diseñan estrategias para el turismo y el emprendimiento, abordar el asunto del agro en nuestro territorio, no puede seguir siendo un esfuerzo aislado de un par de secretarías, a este asunto tenemos que sumarle más actores.
Concluyo entonces que, así como en el sector turístico aquí está todo por hacerse. Un mercado grande por desarrollar y lo que ello implica en términos de ingresos, desarrollo y crecimiento del territorio.
Resulta vital que todos como pereiranos demos mayor relevancia a nuestros productos agrícolas a la hora de comprar y más importante aún, que como ciudadanos les demos el reconocimiento que merecen nuestros campesinos.
Compra consiente, compra local, compra pereirano.