POR JUAN GUILLERMO ÁNGEL
ESCAMPAVIA
“Que el mundo fue y será una porquería ya lo sé” lo dijo Discépolo y yo también lo sé, razones suficientes hay para cambiar un mundo o mejor una humanidad egoísta, asesina, ladrona e ingenua; en lo que no podemos coincidir es que este cambio será positivo si el resultado de matar, engañar, destruir o robar continua.
Esto tiene que cambiar aunque no para copiar el sistema de gobierno que imperó en la Europa del este, en la China de Mao, en la Corea del norte o en los países de nuestro continente que escasamente sobreviven en medio de la escasez, la miseria colectiva y la opresión evidente, así sostengan los propagandistas de la utopía que esos ejemplos son unos fantasmas inventados por la derecha para desprestigiar el paraíso soñado, cuando lo cierto es que todos ellos terminan en manos de monarquías soberanas, vitalicias y heredables.
Sabio es quien aprende de la experiencia y necio aquel quien niega la evidencia; las comparaciones entre los gobiernos de extrema y los de centro no son un cuento de brujas, basta recordar a la Alemania próspera con su otra mitad sumida en la escasez y gobernada por una tiranía atrincherada en una muralla opresora; también es clara la comparación entre los dos Coreas la una bajo la voluntad del presidente eterno Kim Il Sung y sus herederos y la otra próspera y democrática, y si no queremos ir muy lejos basta mirar a la Cuba cuyos hijos han nacido y muerto sin conocer un gobernante distinto de los Castro, o a la Venezuela también gobernada por un presidente vitalicio y su heredero, en ambos casos encontramos migraciones masivas escapando los unos a pie limpio por las trochas y los otros desafiando el océano en frágiles embarcaciones, y por contraste nunca migraciones en sentido inverso. De nuestra parte, gracias a una beca de las Naciones Unidas, vivimos y estudiamos en la entonces Checoeslovaquia dolorida y apabullada por los tanques de guerra rusos que aplastaron el intento de ese país por cambiar de un sistema comunista por otro con rostro humano, conocimos a muchos que escaparon dejando atrás pertenecías, familias y querencias viajaron en la oscuridad de la noche acompañados solamente por sus ganas de vivir libres y por sus ansias de volver a soñar.
Estamos cambiando, no tanto como lo necesitamos ni tan poco como nos quieren hacer creer: hay menos miseria, menos analfabetismo, tenemos un mejor y más incluyente sistema de salud, más empleo que antes, aunque también tenemos inequidad rampante, dolorosa miseria, ignorancia, corrupción y violencia.
Titula El tiempo cómo desde el año 2001 hasta la fecha han dejado las armas más de 78.000 violentos de los cuales 13.000 lo hicieron como resultado del acuerdo de La Habana, la diferencia entre esta paz, la más publicitada, la vendida como el remedio universal y el fin de la pesadilla está en que esta última resultó ser la más cara y la más engañosa de todas las que consiguieron gobiernos anteriores; la ilusión de la paz duradera y cierta se ha convertido en una cruel realidad: siguen los asesinatos, las masacres y para rematar ni la verdad, ni la reparación, ni la devolución de lo mal habido y ni siquiera el propósito de la enmienda han sido horrados. El negocio rindió para los actores de uno y otro lado, para unos las condecoraciones y medallas para los del otro lado la impunidad, y el título de honorables.
Cuando le alabaron su esposa el homenajeado respondió: ¿comparada con la de quién? parodiando preguntamos: cuál país les gusta tanto como para preferirlo a este en el que vivimos?
Mejor diagnóstico de lo que estamos viviendo para la juventud en Colombia, tan aleccionada y ciega que tenemos hoy no puede haber. Excelente artículo