La situación internacional ha venido ensombreciendo el horizonte con tal desmesura y conflicto que no se vacila en calificar la elevación de aranceles por parte del presidente Trump, en la entrada a una “guerra comercial” que por sus consecuencias arrastran visos catastróficos para las naciones, incluyendo a Estados Unidos por secuencia del bumerang que rompe la “globalización” como libre actividad mercantil, colocando el proteccionismo en la muralla impenetrable que en vez de desarrollar las economías, las vuelve en factores de desempleo, cierres productivos, aislamiento, fuentes de conflicto, elevación de precios y en degradar la calidad de vida. Lo paradójico se presenta en aquellos que han combatido la libertad del intercambio contenido en pactos, por ser destructora de las soberanías territoriales, y ante la tempestad que se avizora, critican la actitud del imperialismo y abogan por el restablecimiento del estatus en contra de buscar la “monopolización nacional del comercio,” al decir del presidente Petro, en beneficio de las arcas gringas. Es tan incierta la locura de hechos dando bandazos, que se arriesga a tirar por el suelo prevenciones de crecimiento de países grandes y pequeños, de los que Colombia no se escapa; al respecto, dice el excanciller Gilberto Murillo: “la relación con EE. UU. seguirá siendo turbulenta”.
Grave es contemplar el declive de la canasta exportadora y bienes primarios; la afectación mayor de las finanzas públicas, la volatilidad del dólar, a cortar más inversiones y gastos, a soportar una inflación que encarecerá el crédito, frenará la acción de hogares, la deserción estudiantil, etcétera. En lo macro, el escenario del petróleo y de los minerales es devastador. En el tipo Brent, la descolgada del precio por barril parece inatajable; antes se cotizaba alrededor de US$75 y en este momento va cayendo por debajo de US$65, siendo por ello el anuncio de suspender la explotación de varios pozos con la desgracia de salir de un gran contingente de trabajadores, a suspender proyectos, a rebajar la producción y a que las utilidades se reduzcan. En conclusión, serían más débiles las cuentas corrientes de la nación y la fiscalidad convertida en un despeñadero. Asimismo la productividad podrá ser otro desastre. Por eso la unión del Gobierno con el sector privado es vital en la elaboración de planes y entramados que ayuden a contener o, al menos, paliar este brete inyectado.
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Pero la piedra cayó al ojo bueno del tuerto en el justo instante del “efecto Trump”. Aquí se ha tratado lo que se preveía con la política de impedir exploraciones de gas cuando se agotaban las existencias. Además, según expresión de la presidenta de Naturgás, “no hacer fracking” nos condenó a no tener el gas que hubiera resuelto la crisis actual”. Pues sí, las importaciones han comenzado, la soberanía gasífera se ha esfumado. La esperanza en el Sirius, que es a muchos años adelante (2029), todavía tiene a largo plazo 116 requerimientos para construir el gasoducto, que representa 40 por ciento de las necesidades totales. Y lo que se ha dicho: la tarifa se triplicará o en más, influyendo en la inflación que vendrá igualmente con el “efecto Trump”. Entonces, es urgente trabajar en seis puntos previstos en varias regiones siempre y cuando se simplifiquen tantas trabas. A pesar de los nubarrones que afronta y afrontará Ecopetrol, se presume que el gas adicional que traerá del exterior, puede solucionar su escasez y alivie a hogares y empresas; de todas maneras, atrás quedó la distinción que tenía Colombia de ser el más barato que lo producía y extraía en cantidad suficiente. En meses pasados al hablar del tema, se dijo que en costos no se vería muy afectado el Eje Cafetero. Sucede que ahora se prevé, en virtud de lo declarado por Carlos Mazeneth, gerente de Efigás, que el 2026 será complejo en razón de su transportación desde la Costa Atlántica cuyo flete se aumentará en una quinta proporción (20 por ciento), lo que hace pensar que a los usuarios de esta región se van a sentir golpeados. Los taxistas de Risaralda ya están preocupados. El Dane dice que Pereira es la segunda ciudad más cara del país.