Por Alberto Zuluaga Trujillo
Para hacer un balance sobre el día sin IVA es necesario analizarlo desde las distintas perspectivas con que debe medirse. Para el comercio en general fue una fecha en que se le permitió reactivar sus escasas ventas ocasionadas por el largo encierro las cuales se dispararon en el sector de los electrodomésticos y equipos de entretenimiento, privilegiando a las grandes superficies sobre el comercio en general, exceptuando a los supermercados los que, sin lugar a dudas, han sido los más afortunados durante el encierro obligatorio. Para el sector financiero, concretamente para la Banca, fue la medida perfecta para continuar incrementando sus excesivas ganancias. Para la salud, está por verse el impacto que el abultado tropel tendrá en el contagio pues las gentes salieron cual salen las gallinas al abrírseles la puerta del gallinero y para las finanzas del país, no pudo ser peor el ensayo. Con un crecimiento del 158 por ciento en las ventas, las transacciones superaron los cinco billones de pesos registrándose un millón trescientas mil operaciones electrónicas según Credibanco. En un país como el nuestro en donde la capacidad adquisitiva es sumamente baja y la pérdida de empleos en el solo mes de abril sobrepasó los cinco millones por el frenazo en la economía, cayendo abruptamente los ingresos, difícil es entender que las ventas el día sin IVA superaran las electrónicas de la navidad del 2019. Desde antes de declararse la pandemia los expertos en hacienda pública fueron claros en señalar la comprensible inconveniencia del día sin IVA por la pérdida de un alto volumen de recursos fiscales necesarios hoy para la recuperación económica. Aprobada y sancionada la ley 2010, conocida como la Ley de Financiamiento en el 2019, que contempla una reducción de impuestos corporativos buscando fomentar el empleo, el país sorprendido vio como durante todo ese año el desempleo subió dejando sin piso el efecto deseado. Esa misma ley, responsable de los tres días sin IVA es, a la luz de los entendidos, una mala medida de política pública, mal diseñada y ofrecida en plena campaña por el presidente Duque, a más de ser aplicada en un momento inadecuado. Ante el desorden presentado ese primer día del no IVA, el Gobierno de Risaralda decretó el toque de queda en todo el Departamento haciendo más insoportable la supervivencia de los pequeños comerciantes; tenderos, restaurantes y negocios de comidas, pues si bien, los domicilios estaban permitidos, el consumo no es el mismo estando las gentes en las calles. ¿Qué sentido tenía la medida? ¿Evitar los grupos para cuidar la salud, cuando en el día la interacción social no tuvo límite alguno? Fue el cierre de oro ante el fin obtenido de permitirle a la población bancarizada endeudarse para adquirir lo que quisiera poniendo al país una vez más en las manos despiadas de unos banqueros que han sido los usufructuarios y ganadores de una desgracia colectiva. El Coronavirus, no solo ha parado la economía y destruido empleos, sino que está reduciendo alarmantemente los ingresos y recursos fiscales cuando más los requiere el Gobierno para la adecuada atención de la pandemia.