“Cuando un niño que contraría o desobedece una orden que le han dado sus padres, está labrando el camino que lo conducirá de manera expedita al infierno. Este es un lugar de castigo que se encuentra reservado para quienes han cometido pecados graves y, por lo tanto, no tendrán la posibilidad de reunirse con Dios; por el contrario, estarán sometidos a tormentos y castigos por toda la eternidad”. Palabras más, palabras menos, así fue la información que recibieron aquellos formados en la tradición judeo-cristiana, que, según el censo de población y vivienda de Colombia de 2018, es el 90 %. Pero allí no acaba todo: durante la adolescencia y hasta la vida adulta, las personas son bombardeadas por valores y creencias heredados de la Europa colonial, impuestos a sangre y fuego durante la cruenta invasión al territorio americano. El pecado, que no es más que pensar y actuar contrario a los mandamientos de la ley divina y alejarse de su voluntad (según el dogma de fe), ha sido el caballo de batalla sobre el cual se han consolidado estructuras de poder, que recurren a atemorizar al individuo con la condena tras la muerte.
El escritor, poeta y filósofo italiano Dante Alighieri (1265 – 1321), en su monumental obra La divina comedia, publicada 1320, retrata de manera magistral los tormentos a que son sometidas las almas que no han superado los pecados cometidos, por no arrepentirse sinceramente; por lo tanto, no logran el perdón divino. En su recorrido, acompañado del poeta Virgilio, Dante es testigo del sufrimiento de las almas en uno de los nueve círculos que componen el infierno, donde se encuentra por el tipo de pecado que había cometido. En una entrevista que concedió al periodista Jorge Fontevecchia, el papa Francisco dijo, de manera textual, que “el infierno no es un lugar, si uno va a asistir al juicio final, y ve las caras de los que van al infierno, se asusta. Si uno lee a Dante (Alighieri), se asusta. Pero son representaciones mediáticas. El infierno es un estado, hay gente que vive en un infierno continuamente”. Esta afirmación del pontífice ha sido malinterpretada y le han atribuido la negación del infierno, lo cual no es cierto según la fuente original.
La reflexión que propongo es que el infierno existe como un estado del ser. ¿O qué otra cosa puede estar sucediendo en una persona que experimenta sentimientos de odio, rencor, envidia o que vive culpándose por los errores que ha cometido en el pasado? ¡Está viviendo en el mismísimo infierno! Algo parecido a las almas que viven en el quinto círculo del infierno de Dante, que han cometido en vida el pecado de la ira y la pereza; ellas se encuentran en un río hirviente de sangre y lodo y se la pasan luchando constantemente entre sí. ¿Este individuo puede ascender al estado personal del paraíso? ¡Sí! El camino para lograrlo es siendo compasivo consigo mismo y conectándose con el Dios que mora en su interior, un ser de bondad y amor infinitos. www.urielescobar.com.co