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LUIS FERNANDO CARDONA
Director Fundador

ActualidadEl machismo, un mal endémico

El machismo, un mal endémico

El machismo, entendido como la ideología que defiende y justifica la superioridad y el dominio del hombre sobre la mujer, es tan antiguo como la humanidad misma. Los privilegios empezaron muy seguramente en las cavernas donde habitaban en épocas prehistóricas los primeros homínidos y a causa de la diferente capacidad física y muscular en la que los individuos masculinos tenían ventaja comparativa. A partir de allí el macho se apropió de los conceptos de «autoridad familiar» y «proveedor de bienes» y lo ejerce con fiereza hasta el día de hoy.

 

Son incontables las expresiones sociales y culturales que demuestran la dominancia y subordinación que el hombre ha impuesto sobre la mujer. Mencionaré algunas.

 

Las diferentes religiones que a través de los tiempos han guiado el comportamiento de los seres humanos están impregnadas de machismo: la Biblia dice que la mujer fue creada para «ayudarle» al hombre, el noveno mandamiento del judaísmo y del cristianismo prohíbe desear la mujer del prójimo, en el catolicismo solo los hombres pueden ejercer el sacerdocio y llegar a ser obispos y Papas y hasta hace muy poco las mujeres solo podían ingresar a un templo si cubrían su cabeza. En la cultura Islámica la mujer es considerada la mitad de un hombre a la hora de repartir las herencias y solo a él se le permite que se case con varias mujeres pero no a la inversa. En el budismo las mujeres tienen requisitos mucho más exigentes para ser monjes y en el hinduismo las esposas pueden comprarse o los padres deben pagar una dote si quieren casar a sus hijas.

 

En la masonería no se aceptan mujeres; sus derechos políticos y el voto solo se alcanzaron —en casi todo el mundo— a mediados del siglo XX y el ingreso a las universidades y academias de ciencias hace apenas cien años.

 

La subyugación se esconde también en conceptos como que la prostitución (siempre femenina) es el oficio más antiguo del mundo o que los hombres no deben llorar. Es innegable que las creencias machistas se absorben desde la infancia a través de la familia, la escuela, la iglesia y los medios de comunicación y que es casi imposible combatir un sistema de valores que sitúa a las mujeres como ciudadanas de segunda categoría.

 

La realidad mundial se refleja en estas cifras: nueve de cada diez personas en todo el mundo tienen prejuicios de género según el PNUD. Las mujeres ocupan solamente el 11% de las jefaturas de Estado, el 9% de las jefaturas de Gobierno, el 25% de los escaños parlamentarios y el 22% de los cargos ministeriales, casi siempre orientados a dirigir carteras relacionadas con la familia, la infancia y los asuntos sociales o medioambientales. En el sector privado solo ocupan el 28% de los puestos directivos y en los 59 países donde el nivel de educación de las mujeres es mayor que el de los hombres la brecha media en los ingresos es del 39%. Alrededor de 2400 millones de mujeres en edad de trabajar no tienen iguales oportunidades económicas y solo acceden a tres cuartas partes de los derechos reconocidos a los hombres. Y no es un tema exclusivo del subdesarrollo: el 3% de la población de la Unión Europea manifiesta que la violencia de género está justificada en algunas ocasiones y el 1% que lo está en todas.

El estudio estableció el «Índice global de brecha de género» y determinó que con los niveles de progreso actuales hay que esperar hasta el año 2154 para que se borren las distancias. Faltan cinco generaciones para acercarnos a la igualdad. ¡Qué horror!

2 COMENTARIOS

  1. Gracias Ernesto, el marco históico de referencia en tu artìículo es importante, para entender como ha cambiado la discrimination, y mucho más sobre importancia de los cambios que están en mora por hacerse.
    La sociedad tiene que hacer una reflexión al respecto, y posiblemente empezar desde muy temprano, en los colegios, para promover una sociedad más justa.

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