La cinta del 2019 está en Netflix, puede verla. Se trata de la historia de William Kamkwamba, un niño de 13 años que vive en la miseria junto con su familia en un lugar despoblado de Malawi, país africano. A tal punto que debe soportar una fuerte hambruna producto de la sequía de la tierra y el abandono del Estado. Sin embargo, el protagonista desea ingresar a un centro educativo para proceder con sus estudios, esto le permitiría conocer cómo funciona la electricidad.
Pero cuando pasa el tiempo, el director escolar lo saca de la institución porque su familia no tiene cómo pagar los gastos de matrícula, provocando un drama inesperado. Una de las escenas más conmovedoras es cuando William accede de manera ilegal a la biblioteca para leer un libro sobre cómo producir energía a través del viento. Finalmente, su deseo de aprendizaje terminaría salvando la aldea de una muerte que hasta ese momento se mostraba como segura.
¿Por qué traer a colación esta película dirigida por Chiwetel Ejiofor? La respuesta es sencilla. Muchos jóvenes colombianos ven el estudio como una obligación y no como una manera de superarse ante las dificultades que ofrece la realidad. Expresan que estudiar no vale la pena, explican el tedio que les produce leer un libro, no ven una motivación real para hacerlo y solo indican que van a trabajar para ganar dinero. Esta desidia es preocupante, incluso, pavorosa.
Kamkwamba construyó un molino de viento desbaratando la única riqueza que acompañaba a su padre: una vieja bicicleta. Con los materiales de esta última, organizó su molino para generar energía eólica y así poder extraer el agua de un pozo para que regara la tierra y producir semillas, en otras palabras, devolvió la vida a un lugar en el cual solo yacía el hambre.
El niño que domó el viento es reconocido a nivel mundial, ahora con 34 años es un conferencista reconocidos en diferentes universidades del globo y lo más valioso: sigue estudiando sobre aquello que le apasiona, no deja sus libros porque seguramente en ellos, encontrará otras formas de ver los caminos. Es un ejemplo de que la educación transforma los contextos, la única posibilidad de que la humanidad sobreviva a su propia hambruna es que se fortalezca en ella.
A veces, cuando las situaciones son extremas, casi insalvables, aparecen las virtudes humanas, las cuales observan inmensas oportunidades en medio de la nada.