El Ómicron y la política

Fue en la mañana del sábado 1 de enero cuando aparecieron los estornudos, fluido nasal y malestar en la garganta, esa carraspera que anuncia los primeros síntomas de una gripa tan terrible como esta inflación que nos puso los precios de los alimentos por las nubes.

Con el primer estornudo recordé que por algo más de cinco años no tuve gripa y aunque no soy de los que creen que “es bueno tener gripa de vez en cuando”, con la jartera de esta llovedera, un resfriado es cosa normal.

Hacia el medio día prendí las alarmas cuando me subió un dolor de cabeza que lentamente se hizo más intenso, aunque sin fiebre.  Como cuando sube el dólar, el gobierno vende más caro el barril de petróleo y entran más dólares al presupuesto; pero sin que baje el precio de la gasolina.

El domingo fue terrible. Amanecí con el pecho más congestionado que un trancón en la glorieta de Corales o una investigación por corrupción en la Fiscalía.

El lunes 3 de enero no pude levantarme de la cama y me dolía hasta el pelo. Fue tan fatal como el doloroso accidente de tránsito en el túnel de La Línea, en un país donde las autoridades no controlan el estado de los frenos de las tractomulas.

Seguí la recomendación del médico y tomé tanta agua casi como la que llovió en el 2021. Además, aguapanela con jengibre, aspirina efervescente y a dormir se dijo.

Cuando trabajé en la radio dormía con el radio prendido. Ahora, así esté enfermo, escucho noticias radiales. El marte 4 de enero las noticias seguían machacando los efectos del Ómicron, que se presenta como una fuerte gripa, pero es Covid; algo así como ciertas coaliciones políticas que aparentan ser otra cosa sin dejar de ser lo que son, han sido y con seguridad, seguirán en las mismas andadas.

Todo parece indicar que tanto el Ómicron como las coaliciones políticas se parecen en que, primero, son de corta duración; y segundo, no son tan fuertes como dicen.

Creo que mi esquema completo de vacunación, el consumo astronómico de líquido, el reposo y otras yerbas hicieron que el miércoles 5 empezara a sentirme mejor, síntomas de recuperación que fervientemente deseo para la economía del país, porque, sin remedio, la política, no tiene cura, lo que es aún más grave porque aquella depende de las decisiones de ésta.

En todo el caso, jueves 6 la prueba de antígeno me salió positiva para Covid, pero paradójicamente me sentía como candidato encabezando encuestas.

En mi opinión, debí ser contagiado con la variante Ómicrom, que es la que está de moda. No se puede salir a contarle a los amigos que tuvo Covid porque no te creen cuando tienes un aspecto saludable. Con algo que esté de moda habrá que chicanear.

Mi estado de ánimo es inmejorable y coincide con la noticia del Ministro de Salud según la cual, bastan siete días desde el inicio de los síntomas para que cese el confinamiento.

Por si las moscas, porque hasta allá llega la desconfianza en los funcionarios del Estado, me aguanté hasta el domingo 9 de enero cuando me senté de nuevo a escribir esta columna, porque al igual que este gobierno, nada de lo terrenal es para siempre.