En el corazón de Pereira, entre el bullicio de la peatonal del Banco de la República, aún resuenan los golpes firmes de teclas metálicas; son los ecos de una resistencia silenciosa, la de los escribientes o tinterillos, como se les llama con afecto, que siguen ejerciendo su oficio con la misma dignidad de antaño.
Don Alfonso es uno de ellos, desde hace más de treinta años, madruga sin falta, de lunes a sábado, sin importar si llueve, truena o relampaguea. Su fiel máquina de escribir portátil “Underwood”, envejecida pero intacta, lo acompaña como una extensión de su memoria y su vocación. Con ella redacta derechos de petición, cartas, contratos de arrendamiento, hojas de vida, declaraciones juramentadas, certificados de vecindad y otros documentos que, aunque sencillos, son vitales para quienes no tienen acceso a abogados ni a la tecnología.

Este oficio lo inició tras trabajar en una notaría de la ciudad. Desde entonces, ha sido su sustento y su forma de servir a la comunidad. “Somos abogados sin título”, dice con orgullo. No por vanidad, sino porque asesoran, orientan y redactan con precisión y humanidad, guiando a sus clientes en trámites que muchas veces implican decisiones importantes.
A lo largo de los años, en Pereira los tinterillos han sido reubicados por el municipio, desde la primera planta del Palacio Nacional, pasando por la calle 19 en el centro comercial “Fiducentro”, hasta los cubículos especiales, diseñados por el municipio como amoblamiento urbano, que hoy ocupan en el pasaje del Banco de la República.
De los treinta que ejercían a finales del siglo XX, apenas quedan siete, que insisten, persisten y no desisten, que se niegan a desaparecer, como si fueran custodios de una memoria escrita que se resiste al olvido.
A pesar de los avances tecnológicos, estos escribientes siguen utilizando sus viejas máquinas de escribir e increíble aun utilizan el papel carbón, no por nostalgia, sino porque su clientela —muchas veces personas mayores, migrantes o ciudadanos sin acceso digital— aún confían en la palabra escrita con tinta y carácter.
Los tinterillos son parte del patrimonio vivo de Pereira, representan una forma de justicia popular, de acceso a la legalidad desde la calle, sin intermediarios ni burocracia, son testigos de historias cotidianas, de luchas silenciosas, de esperanzas que se escriben entre márgenes y firmas.
Por eso, este sencillo escrito, es un homenaje no solo para don Alfonso y sus colegas, sino para todos los que, desde una máquina de escribir, han tejido vínculos entre la ley y el pueblo.
Las fuerzas vivas de la ciudad —instituciones, medios, artistas, educadores— deberían reconocerlos, apoyarlos y preservar su legado.
Porque en cada hoja que redactan, hay un pedazo de Pereira que no se rinde, que sigue escribiendo su historia con dignidad.



                                    
RESPETADO COLUMNISTA:
» El Tinterillo» que grato como enaltece la grandeza de un profesional que con constancia, paciencia nos atiende aplicando l los conocimientos desde diferentes materias..
Que alegría escuchar el teclado que hábilmente manipula con orgullo.
Oportuno y preciso servicio.
Muchas gracias. Igual sucede con los lustrabotas. Cordial saludo.