LA REVOLUCIÓN DE GÉNERO

Transformaciones que están redefiniendo a la sociedad

A partir de 1760 comenzó a gestarse en Gran Bretaña lo que se conoció como la Revolución Industrial, que continuó a lo largo del siguiente siglo y se extendió por otros países de Europa y Estados Unidos. Posteriormente vino la electrónica y como una de sus consecuencias, el siglo XX vio nacer y crecer la revolución tecnológica-Digital, que, junto con la globalización y la Inteligencia Artificial están transformando el mundo.

Pero éstas no han sido las únicas revoluciones importantes de los últimos siglos. Hay otra que se hace sentir cada vez con pasos más fuertes y que está ocasionando un cambio profundo en las sociedades modernas. Es la que llamo la “Revolución de Género” que, como toda revolución, en sus primeras etapas produce caos, pero poco a poco lleva a que las sociedades generen respuestas para ajustarse a dichos cambios y creen nuevas formas de vida que estas transformaciones exigen.

La “Revolución de Género” tiene como protagonistas a las mujeres, especialmente en las sociedades occidentales que, durante el siglo XX, vieron surgir una mujer nueva que ha ido transformando su rol en la sociedad, lo que ya ha provocado respuestas a sus demandas y necesidades.

Hacia mediados del siglo XX, las mujeres vivían sujetas a normas y restricciones consideradas como normales y necesarias para el buen funcionamiento de la sociedad. Destinadas a atender el hogar y garantizar que éste marchara según las costumbres establecidas, rol que asumían con satisfacción, pues eran conscientes de su importancia. De ellas dependía que la vida funcionara bien en el hogar, para que la sociedad marchara acorde a lo establecido, garantizando estabilidad y perpetuando creencias y tradiciones.

Este rol de la mujer se originó muchos siglos atrás, cuando los hombres se dedicaban a la caza y las mujeres se encargaban de labores más sedentarias como la crianza de los hijos y la agricultura. De acuerdo con los estudiosos del tema, ésta parece haber sido la primera gran división del trabajo entre los sexos, en la que pudieron influir aspectos como el tamaño y fuerza física del hombre con mejores posibilidades para enfrentar a los grandes animales de las primeras épocas de la humanidad, por lo que la cacería parecería ser una actividad más apropiada para ellos. De otro lado, la maternidad, pudo ser un factor que requería de una vida más sedentaria para las mujeres, dedicadas a la crianza y cuidado de los hijos, que junto con la agricultura constituían sus principales actividades.

Ambos roles eran importantes y así funcionaron durante algún tiempo, cuando las sociedades eran comunitarias y aún no existía la propiedad privada ni la familia monogámica. Con la acumulación de riqueza que trajo consigo su apropiación, los hombres decidieron tomar posesión también de la mujer a través de la institucionalización de la familia monogámica, para asegurar que fuera su descendencia la que heredara tal riqueza.

La acumulación de bienes y riquezas les fue otorgando a los hombres poder y autoridad tanto en la sociedad como en la familia, en tanto que la mujer se fue convirtiendo en un ser dependiente, al servicio del grupo familiar, quedando marginada de un mundo en cuyos desarrollos y avances tuvo poca participación.

Fue con la revolución industrial que demandó mucha mano de obra, que las mujeres tuvieron la oportunidad de vincularse a las fábricas y abordar ese mundo masculino, pero siempre en inferioridad de condiciones, salarios más bajos, discriminación y sin dejar de cumplir con sus obligaciones en el hogar.

Con las fábricas surgieron los movimientos sindicalistas, en los cuales las mujeres jugaron un papel importante. Recordemos que en 1908 murieron 129 trabajadoras por un incendio en una fábrica de Nueva York y en 1910, se estableció el Día Internacional de la Mujer en memoria de las mujeres que iniciaron las primeras acciones organizadas contra la explotación.

Durante el siglo XX los movimientos feministas cobraron fuerza llegando a obtener logros que llevaron a condiciones de mayor igualdad y oportunidades para las mujeres. En Colombia se destacan, entre otros, la abolición de la potestad marital (1932), el acceso de las mujeres a la educación superior (1933), el derecho a ocupar cargos públicos (1936), el derecho al voto (1954). En 1991, la Constitución otorgó a las mujeres derechos importantes, además de las reivindicaciones que tienen que ver con la discriminación laboral y los salarios en los que se han obtenido avances.

Hacia la década de los 70 del pasado siglo, temas como el feminismo, los anticonceptivos, el aborto, la unión libre, la libertad sexual, la maternidad fuera del matrimonio, el homosexualismo, se pusieron a la orden del día y se convirtieron en temas de discusión y en banderas de muchos movimientos.

Ya en el siglo XXI, encontramos a las mujeres participando activamente en la vida pública, la política, la actividad cultural, académica y deportiva, tomando decisiones, trabajando, gozando de mayor libertad e independencia económica.

Son cambios que modifican la concepción que se tiene de la familia: La mujer ya no es “de la casa” y el hombre “de la calle”. Ahora, los dos abordan el mundo laboral y proveen a los gastos y necesidades del hogar, lo que cuestiona el viejo concepto de “Jefe de hogar” que se asigna a los varones.

Sin embargo, las cosas no han sido fáciles para las mujeres. Ellas han asumido el costo de estos cambios con la denominada “segunda jornada”, consistente en que al llegar del trabajo continúan con otra jornada que les espera: los oficios del hogar, la atención de los hijos, especialmente en las clases media y baja donde casi no hay empleadas del servicio ni niñeras que los asuman.

Y a los hombres, si bien el apoyo económico de las mujeres en los gastos del hogar les cae bien, ese tema de “Compartamos las obligaciones” no es que les agrade. Ellos quieren seguir yendo al partido de futbol, a tomar cervezas con los amigos, seguir con lo de siempre. No están pensando en llegar a casa a “compartir obligaciones”: ayudar en los oficios, atender a los hijos, etc.

Estos cambios también repercuten en las expectativas de las mujeres de hoy. La mayoría -sobre todo las de clase media, que son las que mejor tipifican el proceso- ya no aspiran al matrimonio como primera opción, y lo de tener hijos lo piensan, especialmente ahora que los métodos anticonceptivos les permiten decidir sobre su maternidad. Ellas quieren ser independientes, tomar decisiones, ser igualitarias en la sociedad. Quizás por eso han elegido la opción de renunciar a los hijos. Es de todos visto que las parejas jóvenes ya no quieren tener hijos y que la población infantil ha tenido un descenso importante en los últimos años.

Vienen entonces las preguntas: ¿Cuál es el rol que va a desempeñar la familia en esta nueva sociedad que comienza a surgir de las cenizas de una sociedad patriarcal? ¿De qué manera la sociedad va a dar respuestas a estas nuevas formas de vida y necesidades de la población?

El papel actual de la mujer en la sociedad requiere de una nueva forma de concebir la familia, hay que replantear el rol masculino, adquirir y compartir nuevas responsabilidades en el hogar, construir nuevas formas de convivencia, entre otras cosas.

Quizás el Estado también deba asumir una mayor responsabilidad en el cuidado de los niños a través de guarderías apropiadas, atendidas por profesionales bien entrenados y con atención de alta calidad, como ya lo están haciendo los países más desarrollados. Las mismas empresas y lugares de trabajo pueden ofrecer estas alternativas para los hijos de sus trabajadores.

Se trata de construir una nueva sociedad a partir de los cambios producidos y las nuevas necesidades que surgen a partir de éstos. Porque la revolución del Genero continúa.

Consuelo Gómez Alvira

Socióloga