ESCAMPAVÍA.
Visité muchas veces a Cuba, la primera como turista, era entonces necesario acceder desde Panamá, no sellaban el pasaporte, sino que, en hoja aparte, se registraba la entrada y la salida de la isla.
Existían entonces, como en el resto países socio comunistas, las tiendas especiales para turistas y connacionales que pagaran en dólares los artículos importados como: cámaras de fotografía, jeans, licores, y perfumes.
Pero lo más notorio de la isla era la desaparición de la empresa privada, no había ni siquiera restaurantes, si acaso seis siete casas con cuatro mesas llamadas paladares, exclusivas, como también lo eran los hoteles de lujo, para los turistas, tampoco había un trasporte público regular, la gente esperaba por horas un vehículo y ni siquiera podían los campesinos vender sus frutas o verduras al público.
Hoy Cuba como Venezuela exportan gente en cantidades y quienes allí residen dependen de lo que el estado les pueda dar, de tal manera que solo los burócratas y altos dignatarios viven sabroso. La carencia de todo, las colas interminables, la dictadura de los burócratas indolentes cuando no corruptos y la miseria de casi toda la población es el resultado inevitable de esa forma de gobierno, tragedia a la cual pretenden conducirnos poco a poco, como ocurre con la rana a la que le van calentando el agua donde reposa, paso a paso, hasta que, cuando reaccione, sea muy tarde.
Al otro lado de la ecuación filan los privatizadores, aquellos quienes pregonan que todo lo privado es más eficiente, menos corrupto y que el estado no debe tener inversiones productivas, aquellas que generan utilidades.
Entre los dos extremos se ubica la combinación creadora de prestadoras de servicios en las que participa tanto la empresa privada como la pública, esta última que se ocupa también de quienes no generan utilidades y requieren y merecen servicios como son: el de la salud, la seguridad o la educación.
En Colombia ha hecho carrera entregar funciones y responsabilidades que son inherentes al estado a empresas de economía privada, mismas que deben revertir esos dineros en servicios; ellas escapan a los controles de rigor, como: las Cámaras de Comercio, los Comfamiliares, las concesiones viales o los aeropuertos, todas ellas empresas que han demostrado ser muy rentables.
El fascismo tanto de derecha como de izquierda, tiene como meta la estatización de todo, la bien conocida frase de Mussolini, quien es el referente del fascismo de derecha, aquella de “todo por dentro del estado, nada por fuera del estado “; esta es la meta que lograron también los dictadores de izquierda: Stalin, Castro, Ceausescu, Chávez o Maduro, algo que confirma la ley de la física que dice que los polos opuestos se atraen, como lo hacen el positivo y el negativo de los imanes.
Se ha presentado en la Cámara de Representantes el proyecto de ley 318 “Por el cual se regiamente la constitución, el funcionamiento y la supervisión de las asociaciones o corporaciones y fundaciones o instituciones de utilidad común (Entidades Sin Ánimo de Lucro “ESAL” EN COLOMBIA”, proyecto que tiene de bueno el poner en cintura estas empresas que se han convertido en coto de caza para combos de empresarios que de ellas hacen fiesta, pero tiene también el veneno de entregar el control de otras ONG, aquellas que si son de iniciativa de sus gestores, como las que agrupan a empresas y personas que coinciden en algún concepto como son: la ANDI, FENALCO, ACOPI, los clubes deportivos o sociales, los sindicatos de trabajadores. Los cuales entrarían en la ya mencionada tesis de la estatización es decir de entregar al estado su control y vigilancia.
Como dice la sabiduría popular ni tanto que queme el santo ni tan poco que no lo alumbre.