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LUIS FERNANDO CARDONA
Director Fundador

Actualidad“ENREDADOS”, ATRAPADOS EN LA PANTALLA

“ENREDADOS”, ATRAPADOS EN LA PANTALLA

 

Hace unos días, en medio de una charla con mi esposa, salió a relucir un nombre, Carlos. La pregunta fue inevitable, ¿qué habrá sido de él?

Nadie lo sabía. Algunos aseguraban que probablemente se había marchado del país, otros que se había “perdido del mapa”.

Intenté localizarlo, hice llamadas, envié correos, mensajes en redes sociales… silencio absoluto.

La curiosidad me ganó, y decidí ir a la dirección que aún conservaba. Toqué la puerta y, tras un largo rato, apareció alguien que parecía Carlos… pero no era el mismo que recordaba. Estaba más pesado, con rostro cansado, auriculares enormes en su cabeza y una mirada apagada. Me observó como si yo fuera un extraño. Le recordé quién era y, con voz apurada, respondió:

 

—“Javier, no puedo atenderte, estoy en línea. Yo te llamo.”

Y acto seguido cerró la puerta.

Regresé a casa con sentimientos encontrados. Sí, Carlos estaba vivo. Pero la verdadera pregunta era, ¿estaba viviendo?

Días después me buscó y fue directo, “Trabajo, devengo en dólares y quiero invitarlos a almorzar”.

Aceptamos y allí, entre pausas y silencios, soltó su confesión:

—“Después de un divorcio y una crisis económica, encontré trabajo online. Pensé que era la solución. Pero me convertí en un esclavo digital. Mis movimientos de mouse son monitoreados. Tengo cinco minutos por hora para ir al baño y media hora para comer. Empiezo mi labor a las ocho de la mañana y termino a las ocho de la noche.

Cuando cierro el computador, solo quiero dormir. Pido todo por aplicaciones, no cocino, no salgo, no socializo. Vivo conectado, pero desconectado de la vida. Estoy enREDado.”

 

Comprendí que Carlos no se había marchado, se había extraviado en la maraña digital, como tantos otros jóvenes y profesionales que se pierden en el espejismo de la virtualidad.

Hoy, miles de personas habitan esa misma paradoja, se mantienen “conectados” a la red, pero se han desconectado de la existencia real.

Conversan por videollamada, pero no se miran a los ojos; trabajan desde casa, pero no pisan la calle; compran sin tocar previamente lo que adquieren; pagan sin un “buenos días”; se alimentan, pero ya no cocinan.

La red prometió libertad, y sin embargo, a muchos les ha puesto grilletes invisibles.

Esto no es un juicio contra quienes, por necesidad, dependen del trabajo digital.

Es un llamado de atención poque no todo lo virtual es progreso, ni toda conexión es vida.

La verdadera riqueza humana sigue estando en el abrazo sin emojis, en la voz sin filtros, en el contacto sin pantallas.

 

Hemos olvidado mirar el cielo, caminar entre árboles, sentir el sol en la piel, respirar aire limpio, escuchar el canto de los pájaros.

Hemos relegado lo simple y lo vital para refugiarnos en la comodidad de lo inmediato.

¿La salida? Hacer una pausa.

Redescubrir la felicidad que no se descarga en una app ni se mide en un “me gusta”.

Reconectar con lo esencial. Salir sin miedo de la red para volver a vivir, porque no fuimos creados para ser esclavos de una pantalla, sino para existir en plenitud.

Si estás leyendo estas líneas desde tu dispositivo móvil, tableta o computador, detente un momento, respira conscientemente, mira por la ventana, llama a alguien sin agenda previa, camina, abraza.

Porque la vida está allí afuera, esperándote, y solo tú decides si quieres vivirla… o seguir “enREDado”.

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