Ética ciberespacial

Por FRANCISCO ARIAS ESCUDERO, PADRE PACHO

Internet tiene un conjunto de características impresionantes. Es instantáneo, inmediato, mundial, descentralizado, interactivo, capaz de extender ilimitadamente sus contenidos y su alcance, flexible y adaptable en grado notable.

Permite a las personas permanecer en el anonimato, desempeñar un papel, fantasear y también entrar en contacto con otros y compartir. Según los gustos del usuario, se presta igualmente a una participación activa o a una absorción pasiva en un mundo narcisista y aislado, con efectos casi narcóticos.

La explosión de la tecnología de la información ha incrementado la capacidad de comunicación de algunas personas y grupos desfavorecidos durante mucho tiempo. Internet puede servir a la gente en su ejercicio responsable de la libertad y la democracia, amplia la gama de opciones realizables en diversas esferas de la vida, ensancha los horizontes educativos y culturales, supera las divisiones y promueve el desarrollo humano de múltiples modos.

Desde los años 80 empieza a tomar fuerza en la maravillosa tierra del ciberespacio, donde todo tipo de expresión es permitido y la única ley es la completa libertad de opinión bajo el subterfugio de mi propia autonomía.

Internet se convierte en un lugar apto para cualquier tipo de expresión, sin importar si es vil y destructiva; quien quiera lo puede convertir en su vehículo de actividad sin trabas bajo el modelo que quiera adoptar llámese neoliberal populista, donde las leyes del mercado serán abiertos, incluso en detrimento de la misma dignidad y respeto de las personas y los pueblos.

Pero esto no es todo.  Paradójicamente, las fuerzas que podrían conducir a una mejor comunicación pueden llevar también a un mayor egocentrismo y a una mayor alienación. Internet puede unir a la gente, pero también nos puede separar, con sospechas mutuas, a las personas y a los grupos divididos por ideologías, políticas, posesiones, raza, etnia, diferencias intergeneracionales e incluso religión.

Las nuevas tecnologías de la información e Internet, precisamente como instrumentos poderosos del proceso de globalización, transmiten y ayudan a inculcar un conjunto de valores culturales, modos de pensar sobre las relaciones sociales, la familia, la religión y la condición humana, cuya novedad y fascinación pueden cuestionar y destruir las culturas tradicionales. La dominación cultural es un problema particularmente serio cuando la cultura dominante transmite falsos valores, enemigos del verdadero bien de las personas y grupos.

La tecnología proporciona muchas ventajas a la gente al permitirle reunir informaciones y servicios elaborados exclusivamente para ello, pero también plantea una cuestión inevitable: el público del futuro ¿podría convertirse en una vasta y fragmentada red de personas aisladas que, interactúen con datos y no directamente unos con otros? ¿Qué sería de la solidaridad, o qué sería del amor, en un mundo como ese?

Todos los usuarios de Internet deben usarlo de un modo maduro y disciplinado, con propósitos moralmente buenos; los padres deberían guiar y supervisar el uso que hacen de él sus hijos. Es un compromiso que todos debemos asumir para que la red sea un lugar adecuado donde podamos tener un crecimiento integral, no solo como almacenamiento de información sino como medio de formación y comunicación.

Internet puede dar una contribución muy valiosa a la vida humana; puede fomentar la prosperidad y la paz, el crecimiento intelectual y estético, la comprensión mutua entre los pueblos; puede ayudar a hombres y mujeres en su continua búsqueda de autocomprensión, dar respuesta a los interrogantes mas profundos de la vida; avivar la preocupación de cultivar esta tierra, donde crece una nueva familia humana.

Internet siempre será un medio, mas nunca el sustituto de la vida misma.

Padre Pacho