Fundado el 9 de febrero de 2020
LUIS FERNANDO CARDONA
Director Fundador

ActualidadHasta siempre viejo Olmedo 

Hasta siempre viejo Olmedo 

Avizorábamos su partida. Delante de nuestros ojos se había ido plateando su abundante cabellera, vimos su piel arrugarse y sus pies ponerse pesados a la hora de atendernos en cualquier mesa que encontramos disponible en ese fabuloso recodo musical que construyó con incontables desvelos y estoica paciencia. Se nos fue un caballero de la música, aquel que exigía silencio para hacerle honor a las notas que él mismo hacía sonar. Donde quiera que haya llegado, al Cielo, al Valhala, al Sheol, al Janah o simplemente al «más allá», habrá una enorme fiesta para recibirlo y para celebrar la apertura celestial de otro Rincón Clásico. Igual que aquí en la Tierra, llegarán Mozart, Beethoven, Olimpo Cárdenas, Luis Carlos González y el Caballero Gaucho a sentarse en la misma mesa, a libar las mieles del paraíso y quizás también a comer esos pandeyucas que seguramente allí no estarán tan trasnochados. 

Qué triste es ver partir a quienes se robaron un pedazo de nuestros corazones. Imposible no recordar ahora los momentos de la vida en que el corazón se nos acongojaba o aquellos en que palpitaba alborozado y corríamos con prisa a la veintidós con segunda para llorar o para celebrar. Aquel viejo romántico, lírico y con cara de bonachón se disponía de inmediato a solidarizarse con sus visitantes y a aprisionarlos en aquel ambiente donde el tiempo siempre estuvo detenido. No tardábamos en caer rendidos a sus gustos musicales y a quedar embriagados de la solemnidad que nos imponía como primer precio de su hospitalidad. Pero el carácter de aquel fabuloso anfitrión se tornaba, en veces, áspero y avinagrado cuando alguien profanaba su templo con ruidos disonantes.  

Asistir al «rincón» requería la preparación del alma para una fusión inesperada. Todos los géneros musicales se albergaban jubilosos en aquella discoteca deslucida por el trajín diario de las manos de Don Olmedo y saltaban en contrastes repentinos que sorprendían al más estricto melómano. Pocos sitios en el mundo han sido capaces de acompasar la bohemia con la música clásica (aunque mi alma se resiste a creer que exista música que no sea culta). Allí aprendimos de tangos y boleros, de milongas y flamencos, de marchas y sonatas. Encontramos muchos «incunables» y miles de canciones o interpretaciones que creíamos desaparecidas. Secretos musicales que solo un genio como Olmedo podía custodiar. 

Solo quienes rondamos los setenta años de edad fuimos testigos presenciales del nacimiento de uno de los más maravillosos íconos de la pereiranidad: el Rincón Clásico. Pero hay que afirmar que han sido todas las generaciones posteriores de nuestro terruño quienes encontraron en sus paredes viejas un bálsamo para sus cuitas y que incluso descubrieron allí las fronteras inexistentes del arte más maravilloso que ha inventado el ser humano: la música. Y como diría Olmedo: lo demás es ruido. 

Adiós viejo querido. Gracias enormes desde lo más recóndito del corazón.  Copiando al poeta Rubén Darío te digo: ¡ya te vas para no volver!, cuando quiero llorar, no llory a veces lloro sin querer.  

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