Fundado el 9 de febrero de 2020
LUIS FERNANDO CARDONA
Director Fundador

ActualidadLA SOCIEDAD DE LA SOLEDAD

LA SOCIEDAD DE LA SOLEDAD

 

La soledad es un estado, un encuentro fantástico; para algunos, sinónimo de tristeza; para quien la disfruta, no. Lo triste no es la soledad, sino el abandono.

Entendida la familia como ese tejido indestructible atado con puntadas minuciosamente logradas para mostrarse ante el mundo como lo esencial de cada ser humano y al desbaratarse lentamente, me permito invitar a una reflexión, a hurgar en el fondo, tal vez en el pasado. No me inmiscuyo de manera caprichosa, sólo intento avanzar en el problema que aqueja a los jóvenes.

Regresar al pasado en ocasiones es prudente para establecer esa analogía con el tiempo, no pretendo comprobar que todo pasado fuese mejor, al contrario, lo que quiero dejar sentado aquí es la forma en la que transformamos y de manera abrupta el mundo con lo que nos va mostrando, ya que disponíamos de herramientas sencillas, motivantes, que hacían de cada día una nueva oportunidad y de acuerdo a la exigencia de cada proceso. Educar era simple.

Los procesos que vivimos, son eso, pasos que conducen al logro de nuestros propósitos y lo valioso de ello es, vivir cada etapa, hay aprendizaje.

Nos educaron con la didáctica del lenguaje precisamente el eslabón para que este se desarrollara adecuadamente y en el tiempo indicado. Entonces las rondas infantiles se convirtieron en lecciones para los chicos en sus primeros meses y años de vida. Y qué decir de los trabalenguas que se declamaban con la rigurosidad de una lección en la escuela. Eran niños felices, familias felices. Los hermanos se fueron convirtiendo en educadores, lo que permitía que en ese contexto donde el arte brillaba, los fonemas se sintieran claros, las palabras cobraran sentido y la comunicación se hiciera efectiva. Ah, lo más placentero era escuchar esas primeras manifestaciones del lenguaje. Había un ritual de celebración por ese hecho. De otro lado, recordar los juegos que la inventiva proporcionaba para entretener los hijos y de paso compartir con toda la familia, porque había compromiso de padres, abuelos, hermanos y por qué no, los tíos.

Cómo olvidar rayuela cuyas rondas tardaban hasta horas intentando ganarle a mamá; imposible pasar desapercibido el juego de la cuerda, no sólo para estrechar esos lazos familiares, sino para verificar la cantidad de saltos capaces de emitir en una sesión; también se resaltan juegos como el baloncesto, fútbol, las canicas, la lotería, el ajedrez y como si fuera poco, las adivinanzas, esas que tomaban tiempo para acertar. Juegos que desarrollaban habilidades y destrezas a nivel del pensamiento lógico y hoy, sepultados para dar paso a generaciones robotizadas. Ensimismadas. Se acabó el núcleo familiar. La comunicación se perdió.

Con nostalgia y algo de preocupación observo este fenómeno. Se dice que los chicos ya no quieren compartir con la familia, sus espacios son otros, su mundo también, pero, son el resultado de una educación temerosa. Me explico, los padres no educan con el sentido de familia en la sociedad, temen contrariarlos, lo que resta ese valor primordial creando abismos casi que imposibles de cruzar. Se empieza la destrucción de ese gran ovillo. Las puntadas no se aseguraron y perdieron fuerza, se rompieron.

La familia tiene responsabilidades mayores. A los hijos hay que mostrarles el mundo sin vendas, hay que brindarles herramientas para enfrentarlo y formarlos con carácter. Un chico feliz en su entorno puede batallar contra lo que le venda el medio, ha recibido lo mejor y sabe que será abanderado de esos valores con los que lo vistió su familia.  La tecnología, lo sustrae y cada segundo necesitará embeberse en las redes. Gracias a la adicción que genera se vuelve huraño, asocial, su tez cambia, producto de esa telaraña que lo atrapa sin salida.

Hoy somos testigos del matoneo o bullying al que son expuestos muchos chicos, así como la salida que le dan a esta situación, porque no tuvieron el coraje de enfrentarla y se dejaron sumir en el más profundo absurdo: el suicidio.

Como madre y abuela levanto mi voz para invitar a replantear los escenarios de educación con los niños. Proveerlos de un celular a temprana edad es abrir ese mundo inhóspito, crudo, peligroso. Hay que retomar el hilo y la aguja para coser historias, para crear diálogos abiertos, generadores de confianza, esa que no brinda ninguna máquina por poderosa que sea. Siri es quien responde las inquietudes presentes, se le dio todo el poder para solucionarlas, restándole poder a los seres humanos.  ¡Qué lamentable!

Se perdieron los abrazos, saludar ya no es necesario. La mesa, escenario donde se compartía en cada comida, está vacía, sólo la adornan las sillas que la rodean y el individual como representación de ese espacio que otrora fuese casi que sagrado. Ya no cuenta historias, hay un profundo silencio, ya no recibe a la familia. Se perdió ese hilo, esa puntada.

Hay desolación en el hogar, porque aun con el regreso de los nietos, la oralidad que fuera el centro de reuniones, le cedió el paso a realidades que no seducen, ni generan reflexiones. La mejor experiencia se vivía alrededor de la abuela, o bisabuela quien tenía el ingenio para trasladarnos a mundos mágicos con su narrativa y se revestía el espíritu con esa sabiduría que compartía.

El panorama es distinto, aunque usted tenga compañía, está solo. No se emiten palabras y si por alguna circunstancia surgiera un pequeño diálogo, este se torna monosilábico. Adiós comunicación.

Es otra realidad, difícil para quienes valoramos todo lo que trajo consigo unidad, armonía, seguridad. Se enfatiza en esta última porque no tenemos cómo desarraigarla, llegó y se instaló para desestabilizar a nuestros chicos, de modo que sientan la necesidad de estar sumergidos en las redes. En un campo imantado.

Se acabaron los chicos productores de textos, pensar se volvió una pesadilla, porque nuestros hogares se convirtieron en La Vecindad del Chavo. Cada uno está en su cuarto, en su mundo, conectado con él, pero, desconectados de su realidad, de lo afable, de lo caluroso, de lo real.

Cuán agradable resulta escuchar nuestras diferencias, apreciar el valor de una buena plática con los hijos, con papá, mamá, hermanos, es enriquecernos del otro y vivir a plenitud momentos que se perpetuarán en la memoria.

Nuestros chicos necesitan más dosis de amor y menos de tecnología

2 COMENTARIOS

  1. Estimada Luz Marina. Buenos días.
    Saludos
    He leído «La sociedad de la soledad».
    Interesante la reflexión, además de urgente.
    Volver a los valores familiares es muy importante para lograr formar personas unidas, amorosas, sabias y visionarias. ¿Qué sería un mundo donde todos estemos juntos, pero viviendo en soledad?
    Muchas gracias por compartir tan hermoso paquete de sabiduría para nosotros los lectores legos. Y por esto último, me refiero a los que encontramos a los parientes en los escritores y los libros.
    Un abrazo grande para un alma grande. 🙏🫂

    Diego eFe

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