OJO CON EL CINE
A veces me pongo a mirar los contenidos de las películas y se me ocurre pensar en muchas cosas. Primero, en qué será lo que piensan aquellos que escriben historias para ser contadas en cine. En qué pensarán los que, teniendo un guion en sus manos, meten sus manos y modifican ideas, momentos, horas, situaciones, temperamentos y/o personajes, y “arman” otras historias, con base en sus intereses y experiencias personales, que luego se convierten en películas que ponen en situaciones de todo tipo, a los espectadores también de todo tipo, en diferentes partes del mundo.
Pienso en que es muy probable que este o aquel director, escritor, guionista, tuvo que haber experimentado algo similar, para lograr contar una historia, que vivida o no, real o imaginaria, extraña o común, tiene muchas cosas parecidas a lo que, a mí, o a cualquiera de nuestros coterráneos, ya le había sucedido, habiéndose concebido en otra parte del planeta, lejísimos del lugar y el momento que nosotros o “aquellos”, hubiésemos experimentado, vivido, sufrido, gozado, padecido o soñado. (De sueño anhelado, o de obsesión si se quiere).
Películas hay millones, ya hechas, y faltan miles de millones de películas por hacer. ¿De dónde podrán salir tantas y tantas historias para contar? Ideas hay miles de millones, y todos los días nacen más. Claro que también hay miles horribles, bobas, tontas, estúpidas y gracias a la Inteligencia Artificial vamos a tener otro tanto.
Historias verdaderas, es decir, historias “basadas en la vida real”, como dicen en una frase cursi que ponen de epígrafe en muchísimas películas, también hay por tandas. Unas valen la pena, pero otras son muy fofas. Ya salió la de la BARBY que satisfizo los sueños de millones de espíritus ingenuos que ayudaron a enriquecer mucho más a capitalistas que guardan por millones, dólares en bancos de los Estados Unidos. Ya hasta nos hicieron creer que la señorita Barby no solo tiene un vestido rosado, sino que ama, baila, llora, sufre y hasta sueña. (Sueños de verdad). Gracias a Dios no le pusieron el epígrafe ese: “Basada en un caso de la vida real”.
Pero son muchas las de este género que se producen atendiendo a ideas que se basan en…pero que se enriquecen con “cositas” que sus guionistas, productores, directores o escritores le agregan para “enriquecerlas”.
Finalmente (aunque faltan muchas cosas por decir, para complementar la idea de que la vida es un sueño, porque lo es), vale también la pena en pensar, y yo lo hago, en para qué sirven esas historias, es decir, las basadas en hechos reales, las inventadas, las inspiradas en hechos que dejan huella, las que sin tener importancia alguna, solo sirven para permitirle al espectador un rato de esparcimiento, etc. etc. Sirven para hacer más poderosos a unos ricos que tienen mucho dinero y lo pueden gastar fabricando películas como salchichas; sirven para dar empleo a una serie de personas que hacen el papel de personas en películas; sirven para hacernos creer que los personajes que allí en la pantalla aparecen son los que no son; sirven para recordarnos hechos, acontecimientos, sucesos, noticias que alguna vez escuchamos y vimos en su momento y que ahora, recicladas, nuevas, con colores más vistosos, los sonidos más puros y los ambientes más sofisticados y con personajes que no se mueren de verdad, nos recuerdan que esta o aquella fue de verdad, una catástrofe que entristeció al mundo en un momento dado.
Para eso sirve el cine, el bueno, el malo y el feo: para demostrarnos que la vida es un sueño.
Y eso que no quise hablar de esa cosa que llaman amor. Que puede ser el tema de otra de mis notas.