La llegada de nuevos gobernantes siempre será auspiciosa. «Escoba nueva barre bien» dice el adagio popular y los pereiranos y risaraldenses estamos expectantes ante la juventud y el brío del nuevo gobernador Juan Diego Patiño y ante las intenciones expresadas públicamente por el nuevo alcalde Mauricio Salazar. Es halagüeño el entusiasmo que se advierte frente a los graves problemas de movilidad que tiene la región. El burgomaestre ha prometido reparar de inmediato ese caos vial que padecemos en la glorieta de Corales y enfrentar otros grandes conflictos urbanos mediante el mecanismo financiero de la valorización. ¡Albricias! Por fin vamos a recuperar una fuente de recursos que ha sido siempre sinónimo de progreso y que fue estigmatizada lamentablemente por los dos gobernantes precedentes. Así es cómo debe empezar un gobierno, aplicando medidas que son necesarias, aunque sean también impopulares. El secreto está en no caer en los errores de otros dirigentes que como Petro —con sus ínfulas de Mesías— destruyeron su popularidad de manera estéril.
El gobernador tendrá el enorme reto de garantizar que las dos más importantes fuentes de recursos para vías —que soportan las dos concesiones de autopistas del Café y Vías del Samán— tengan el mejor impacto para Risaralda y no se desvíen hacia otros intereses foráneos.
Trabajar en mejorar la movilidad hará menos traumático el crecimiento vertiginoso que tiene nuestra ciudad y deberá siempre alegrarnos, pero hay dos frentes que son cruciales para el desarrollo futuro y que deberán aliviar la enorme crisis cafetera y agrícola que atravesamos desde hace treinta años y devolvernos el sitial importante que tuvimos en el concierto nacional. Me refiero a la cultura y al turismo. Siempre son renglones que adornan los discursos de los entrantes gobernantes, pero terminan siendo las cenicientas de los presupuestos públicos y de las acciones de los mismos. Con relación al primero de estos temas Pereira tiene proyectos de soberbia importancia como el museo Rodrigo Arenas Betancourt y el Archivo Histórico que darían realce a nuestro acervo cultural y reconocimiento en el ámbito internacional. Aunque hay antecedentes de buenas intenciones, no se han encontrado gobernantes sensibles a estos temas y capaces de comprender su valor. Esperamos que en estos cuatro años se sienten bases sólidas para que ambos propósitos se hagan realidad.
Con relación al segundo tema —el turismo—, la región requiere un compromiso real de nuestros gobernantes. No es con proyectos de embellecimiento de los pueblos solamente, ni con adelantar acciones para atraer amigos del avistamiento de aves o del parapentismo. Esos son pañitos de agua tibia. Se debe construir una verdadera política de turismo con instrumentos idóneos para enfrentar el reto de hacer de Risaralda un polo de atracción nacional e internacional. Quizás recuperar el fallecido proyecto de CORTURIS y armonizar la Plataforma Logística del Eje Cafetero con proyectos adicionales de impacto turístico sean programas que nos impulsen a niveles como los obtenidos por nuestros vecinos del departamento del Quindío. Hay que pensar en grande si queremos hacer de la cultura y de la industria sin chimeneas —el turismo— fuentes de reconocimiento y de crecimiento económico y de riqueza para los risaraldenses.
Estoy muy expectante frente a los nuevos gobernantes. Ya veremos su talante.
Lo ideal sería impulsar desde la asamblea un Plan de Desarrollo Turístico, para permitir que este crezca de manera ordenada y con sentido, para con ello evitar a la vez algunas experiencias amargas vividas en algunos pueblos del Quindío.