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Opinadero Junior“Mientras más conozco a los hombres más quiero a mi perro”

“Mientras más conozco a los hombres más quiero a mi perro”

Por: CARLOS VALENCIA

 “El trajinar de los días en su lento girar nos permite asistir a situaciones humanas de singular ternura”.

Esta semana, en una de mis rutinarias caminadas urbanas, me topé a la vuelta de una de las iglesias de mi pueblo a un hombre tal vez cargado de fatigas, acostado en un rincón con su perro fiel acurrucado junto a él. Si lo hubiera visto un pintor, lo habría recogido en uno de sus lienzos con la luz que iluminaba sus ojitos llenos de un brillo colmado de ilusiones.

El hombre estaba desgonzado y dormía plácidamente arropado con una vieja manta, confiado de la noble compañía que velaba su sueño. El animalito, con su hermosa y vigilante mirada, cubría su escaso alrededor; su boca permanecía cerrada y sus orejitas semi agachadas, tal vez atentas a detectar cualquier intruso que osara perturbar el sueño de su amo y compañero. Tenía envuelto en su cuello un raído pañuelo en el que aún se vislumbraban los colores de su pasado esplendor. Su pelaje era negro con  manchas blancas en su pecho y en sus patas, lo cual le daba cierta apariencia de “noble pedigrí”

Lo miré pero de su mirada no despareció el fulgor de la esperanza y a pesar de que el cansancio y la vigilia lo invadían, permaneció con serena decisión en su noble labor de vigilante del sueño de su compañero… Todo sucedió en un instante y mientras detuve mis pasos y saqué mi cámara para captar el hermoso momento, el lindo animal me observó en silencio, tal vez consciente de que me había conmovido…

Literalmente, “posó para la foto” y en sus ojitos pude ver el valor de la lealtad, del amor incondicional, de la amistad sincera y sin saber por qué, pensé en aquella sentencia de Diógenes Laercio quien proclamó que “Mientras más conozco a los hombres más quiero a mi perro”

Luego de tomar la foto, seguí mi camino y eché un vistazo de reojo sobre la escena y vi al perro que continuaba en su labor sin separarse de la espalda de su amo. Seguía echado a la sombra de su desamparo y solo atiné a preguntarme ¿Quién estaría más cansado? ¿El perro o su dueño?

El hombre seguía durmiendo plácidamente, quizás resignado a su destino, pero consciente de que su perro estaba a su lado como mudo testigo de sus desvaríos y sinsabores. Entré por unos segundos en la suerte de ambos y sin poder cambiar la escena sentí el mismo cansancio de un ser humano sin fuerzas y de un perro fiel que hace que su amo pueda hacer lo que él no pudo hacer durante la noche: descansar.

Escena hermosa y humana para quien la observa, pero cruel para quien la vive. ¿Por qué el destino de ese hombre y su perro se cruzaron en un instante en mi camino? ¿Para qué lo viera, lo comentara y otros lo supieran? Tal vez… y por eso lo hago.

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