ESCAMPAVIA.
La prevalencia del más fuerte es universal en los seres vivos, el gen egoísta, del que nos habla Richard Dawkins, es violento, es algo atávico que compartimos con todo lo que no es inerte.
La violencia, la crueldad, son hoy un primitivismo inaceptable; la sociedad contempóranea ha reaccionado al dolor causado en otro ser viviente; se reclaman como derechos humanos las libertades de pensamiento, el derecho a existir a ser, a no ser condenado sin derecho a juicio, hoy esos derechos se extienden a otros seres vivos como los animales e incluso a entes que permiten la vida, los bosques, las regiones, los ríos.
La sociedad que imaginó John Lennon, aquella sin religión, ni fronteras, ni conflictos; esa evolución de la utopía de Moro, soñada desde cuando los españoles pisaron América por primera vez, no existe en nigún rincón de la tierra, entre otras muchas razones, porque la igualdad de todos los hombres es otro imposible biológico, a no ser que el del futuro todos sean un clon de un solo ”Gran Hermano”, una copia exacta de los genes que producirían seres humanos de igual: estatura, color, inmune a las mismas enfermedades y con igual cerebro.
Sin embargo a pesar de las organizaciones internacionales, del acervo de leyes y normas, de la educación y el repudio aparente a la fuerza como razón de ser del poder, a pesar del fastidio, del dolor que se causa a terceros: el odio, la persecusión sitemática a sociedades y grupos humanos homogéneos, sigue conquistando adeptos; la envidia, el rechazo a quienes viven, tienen y comportan de manera diferente es causa que mueve ese sentimiento atávico que ha motivado las guerras y batallas que acompañan al género humano desde siempre y en todas partes, la confrontación, hoy igual que ayer, es bandera que se esgrime para conquistar adeptos.
Las llamadas bodegas, esas organizaciones de manipuladores de historias y contadoras de realidades rediseñadas, ahora dicen que la verdad es relativa, que el comunismo como sistema de gobierno ha desaparecido y que hablar de eso es crear terror infundado; así el aforismo inglés que dice que: la libertad para la barracuda es muerte para la sardina, deja de ser cierto; en pocas palabras: no corran que no es para eso, no importa que la realidad, que no es relativa, nos muestre el resultado de los gobiernos que se fundamentan en la utopía como discurso y en la represión, la crueldad y el acaparamiento del poder en unas pocas manos que de él disfrutan y que mantienen a sangre y fuego.
Ya los positivistas dijeron que las cosas son del color de la lente con la que se mire, si es a través de una de color rojo, todo parecerá rojo pero seguirá siendo multicolor cuando la luz solar ilumine lo que rojo nos parecía.
Si aceptamos que la realidad es relativa, entonces lo que para la víctima es secuestro para el victimario es retención legítima, lo que para la víctima es el paredón asesino para el que dispara es una forma de construir la nueva sociedad, la justa.
Que estamos polarizados por cuenta de: Santos, las FARC y los extranjeros que meten mano en nuestros desvelos, no es nuevo, nos acompaña desde siempre: la violencia de los años cincuenta, la del corte de franela, sucedió a las decenas de guerras civiles de nuestra vida republicana y estas a las de la independencia, combates que también se daban entre las tribus nativas, así que la nueva confrontación que nos ofrecen como alternativa, es más de lo mismo; de nosotros, los buenos contra ellos, los malos.