Por ERNESTO ZULUAGA RAMÍREZ
Incoherente, cínica, oportunista y populista son los inevitables calificativos para la propuesta del exsenador Álvaro Uribe Vélez que se convertirá próximamente en ley de la república y que reduce de 48 a 42 el número de horas laborables por semana en Colombia. Los dos primeros epítetos en razón a que hace algunos años, él mismo lideró la aprobación en el Congreso de otra reforma que —entre varias medidas— eliminó el recargo del 35% que había que pagar a los trabajadores cuando laboraban entre las seis de la tarde y las diez de la noche.
Dicha reforma laboral (ley 789 de 2002) presentada por Uribe (entonces presidente de los colombianos), desmejoró las condiciones económicas de los trabajadores en la medida en que amplió la jornada diurna y disminuyó la nocturna, redujo el recargo dominical y festivo al igual que los recargos nocturnos que pasaron a operar solamente a partir de las diez de la noche. No importaron las protestas de los sindicatos y de las organizaciones sociales y con el falaz argumento de que esta medida redundaría en un crecimiento sustancial del empleo fue aprobada sin dilaciones por el Congreso de la República eliminando así una conquista histórica de los asalariados colombianos. A cambio el gobierno ofreció la creación de 160.000 nuevos empleos por año (640.000 en cuatro años) y para tranquilizar los ánimos se inventó —en la misma ley— una «Comisión Legislativa de Seguimiento y Verificación» que se encargaría de revisar los alcances en materia de generación de nuevos puestos de trabajo. El desempleo siguió siendo el mismo y la comisión creada nunca se reunió ni evaluó el impacto de la medida. Los beneficiarios directos de la ley fueron los empresarios colombianos que obtuvieron reducciones en sus costos laborales del orden del 5% en promedio, aunque en las empresas que operan las 24 horas el impacto fuese aún más fuerte (por ejemplo: cada «vigilante» de las empresas de seguridad perdió el 10% de su ingreso anual). Uribe iniciaba su primer mandato y mostraba abiertamente su afán por beneficiar a las empresas en detrimento de la remuneración de los trabajadores.
Los dos últimos apelativos concedidos a la reciente propuesta del exsenador obedecen a su evidente acomodamiento en el difícil momento electoral del país ante el desplome de la popularidad del gobierno de su alfil Iván Duque. Para congraciarse con los trabajadores, a quienes esquilmó hace veinte años, Uribe propuso la reducción de las horas laborables. ¡Vaya momento! Cuando la pandemia arrasó con los pequeños empresarios, cuando el desempleo se disparó a cifras nunca antes vistas, cuando el emprendimiento se redujo a su mínima expresión, cuando el paro nacional y las protestas aniquilaron a muchas de las exánimes empresas sobrevivientes y dispararon los precios de todos los productos del país, se aprobó semejante esperpento. Enhorabuena trabajadores. Esta es para ellos una conquista sin precedentes recientes pero que debe interpretarse de dos muy diferentes maneras. La primera es que los asalariados colombianos tendrán una reducción del 12,5% de su tiempo laboral en beneficio de sus familias y de sus actividades lúdicas y la segunda que los empresarios de este país tendrán un incremento en sus costos laborales de casi un 15%. Difícil oponerse a cualquier beneficio que vaya en favor de los trabajadores y esa fue la jugada de Uribe. Pero qué panorama tan desolador el que se avecina en lo relativo a la generación de empleo en nuestro país. El salario mínimo que representaba para los patronos y empresarios $1.500.000 mensuales integrales ascenderá a $1.700.000. Primero la pandemia, después el paro y ahora esto. ¡Sálvese quien pueda!
Reconozco que debí digerir bien la columna para tratar de asimilar por qué Uribe es señalado en ambos casos, entendiendo tu postura (que no comparto) sobre la primera reforma, pero sin claridad inicial sobre la que ahora nos llega (recorte de jornada laboral). Luego de hacer el ejercicio, concluyo que es muy posible que el malestar sobre la nueva reforma se deba al hecho de que se presente en el momento coyuntural que vive la economía y con ella, los empresarios del país: coincido. Es que resulta que efectivamente es importante y urgente aprender a ser más productivos y, en consecuencia, mejorar las condiciones de vida de todos los colombianos, pero ello implica educación, romper paradigmas y tiempo, tiempo del que carecemos pues a pesar de que dicha ley se aplicará paulatinamente, la transición es bastante inmediata para los efectos nocivos e inevitables en el tejido empresarial, ya bastante aporreado.
No obstante, el espíritu del empresario por naturaleza busca aprovechar de la mejor manera las situaciones y esta no debe ser la excepción. Gracias por compartirla!
Ese señor (uribe, con minúscula, porque ese es su valor real), solo persigue votos, conseguidos de cualquier manera, porque sabe que su imagen se arrastra, ahora, por los pasillos oscuros de este país que ignorante mente creyó en sus promesas y mentiras.