No es fácil escribir sobre los últimos acontecimientos de la economía mundial y las decisiones tomadas por el nuevo presidente de los EEUU porque todo está aún envuelto en una extraña nebulosa en la que nadie sabe qué es lo que va a suceder. El mundo no había presenciado una situación como ésta. Un gobierno haciendo gala de un imperialismo desbordado que rompe con todas las nociones de multilateralidad. A mi juicio murieron en estos últimos diez días los tratados, los acuerdos, las organizaciones mundiales y los diálogos internacionales de los últimos años, especialmente los posteriores a la segunda guerra mundial. También se rompieron lazos históricos que hacían ver el mundo como un planeta dividido en tres partes: los amigos de EEUU, los de China y los de Rusia. Toda la geopolítica giraba en torno a estos tres esquemas y bajo su óptica podrían entenderse todos los conflictos de la humanidad. En términos económicos ha quedado claro que ya no hay amigos, ni socios.
Establecer aranceles a toda la actividad comercial que tenga relación con el país del norte es desconocer la globalización y la existencia de una economía mundial que está por encima de los intereses de un solo país. Parece un harakiri. Casi la mitad de los automóviles que se venden en EEUU —dieciséis millones de unidades por año— son fabricados dentro de su territorio, pero con insumos provenientes de otros países y la mitad de la otra mitad en países «amigos» pero con partes fabricadas también en su territorio. Aún es inimaginable el despelote que tendrá uno de los mercados más poderosos de ese país. Igual sucede con muchos otros productos de empresas estadounidenses que se ensamblan fuera con partes fabricadas en varios países, p. ej. el iPhone. Los chinos subirán los aranceles de los insumos que ingresen a ese país y después los gringos cobrarán altos impuestos a los celulares que ingresen a su país por cuenta de los microchips y otros componentes chinos. Solo dos ejemplos del caos que se va a desatar.
Todo esto por sí solo convulsiona la economía mundial a tal punto que todas las bolsas de valores han entrado en crisis y algunos economistas se atreven a pronosticar otro «crac» como el de los años treinta en el siglo pasado. Pero adicionalmente el señor Trump atenta contra la geopolítica y contra el statu quo del planeta al expresar su interés por quitarle Groenlandia a los daneses, anexar a Canadá como otro estado de la Unión o resolver el conflicto en Ucrania mediante diálogos exclusivos entre EEUU y Rusia excluyendo a la misma Ucrania y a la comunidad europea seriamente involucrada. Todas estas son por lo menos serias y graves agresiones contra países tradicionalmente considerados aliados de los estadounidenses. Y nadie puede negar que todos estos afanes imperialistas exacerban los de otros países como la misma Rusia que mira con recelo a Finlandia y Bielorusia o a China, decidida a recuperar a Taiwán.
En el panorama local podemos decir que Colombia, de alguna manera, salió tremendamente favorecida con su arancel del 10%. Casi dos terceras partes de sus exportaciones corresponden a productos no gravados y en la otra tercera parte se encuentra el café castigado brutalmente para otros países como Vietnam con el 46% o Brasil con el mismo 10%. No pareciera entonces que estas medidas afectaran seriamente nuestra economía, pero sin duda nos veremos tremendamente impactados por las consecuencias universales de esta hecatombe económica: inflación, recesión, escalada de precios, debilitamiento de nuestra moneda, etc. Por ahora todo es pánico e incertidumbre. Ya veremos cómo se mueve el «mono», sobre todo frente a las afectaciones políticas internas en las que los demócratas parecen estar ganando mucho terreno.
No se si es mi impresión, pero en todo este caos, hay un solo país en el que no ha habido confrontación. Lo mismo que en la versión anterior, Rusia no se menciona ni en aranceles ni en amenazas, ni en nada. ¿Hay algo aquí que se nos escapa?
Excelente aclaración a dudas frente a la afectación, por tales medidas, a Colombia. Gracias.