Hoy, mientras el mundo se prepara para recordar la Pasión de Cristo, hay un acto revolucionario que no requiere iglesias llenas, ni ceremonias elaboradas, ni siquiera una fe perfecta: perdonar. Y no hablo de ese perdón de dientes apretados que deja el corazón igual de pesado, sino del que libera, del que sana, del que —como enseñó Jesús— puede cambiar una vida en un instante.
Joseph Murphy, en El Poder de Tu Mente Subconsciente, lo explica con crudeza científica: el resentimiento es un veneno que bebemos esperando que muera otro. Nos intoxica por dentro, atrae más dolor y, lo peor, nos estanca en el pasado. Pero mientras Cristo avanza hacia la cruz con un amor que perdona hasta a sus verdugos, tenemos una oportunidad dorada: dejar ir lo que nos duele.
El Perdón no es un sentimiento, es una decisión. No se trata de «olvidar como si nada hubiera pasado» —eso sería ingenuo—, sino de elegir, conscientemente, no permitir que ese dolor siga dictando nuestro presente. Murphy lo llama «reprogramar el subconsciente»; la fe lo llama «gracia». El mecanismo es similar:
- Reconocer la herida («Sí, me lastimaron»).
- Decidir soltar («Pero elijo no cargar con esto más»).
- Reemplazar el rencor por una afirmación sanadora: «Como Jesús, elijo perdonar, mi paz vale más que mi orgullo».
Un ejercicio práctico para todo tiempo:
– Escriba en un papel el nombre de quien le hirió (o su propio nombre, si necesita perdonarse a sí mismo).
– Quémelo simbólicamente (o rómpalo en pedazos) mientras repite: «Te libero y me libero. Que Dios te bendiga».
– Observe cómo el cuerpo se relaja… Ese alivio físico es la mente subconsciente soltando el peso.
Murphy documentó casos de personas curadas de enfermedades crónicas tras perdonar. La Iglesia, por su parte, llama a la confesión «sacramento de sanación». Coincidencia? No. Ambas tradiciones saben que el perdón no es solo «algo bonito»: es un acto de poder personal.
Mientras Cristo se acerca al Calvario, nos recuerda que el perdón no es debilidad: es la fuerza más radical que existe. Y está al alcance de todos, creyentes o no. ¿Se atreve a intentarlo?
«Perdonar es descubrir que, en realidad, ya no necesitas el resentimiento para seguir viviendo» — Adaptado de Joseph Murphy y Lucas 23:34.
CLAUDIA ESPERANZA CASTAÑO MONTOYA
Líder
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