Por FRANCISCO ARIAS ESCUDERO, PADRE PACHO
La semana pasada partió en un dulce sueño a la casa del Padre quien, en alguna ocasión para una entrevista, en el programa “Una luz en el sendero” de Tele café llamara: “el ángel de los habitantes de calle”, don Luis Carlos Galindo, quien durante muchos años no dejó de ofrecer un menú muy variado todos los domingos y en las noches frías pereiranas un chocolate con pan a las personas en situación de calle. Todos le llamaban “Papá Galindo”, un hombre que no solo les ofrecía, un alimento digno y bien sazonado, una muda limpia, un buen consejo, pero, ante todo, una mano tierna que les hacía recordar su dignidad como personas.
Quienes viven en situación de calle en un alto porcentaje no nacieron en ese estado, pero muchos están condenados a morir en él. Su situación los desafilia cada vez más del ambiente comunitario y familiar; ámbitos que la sociedad establece como espacios adecuados para alcanzar un equilibrio donde nos sentimos acogidos y valorados.
El habitante de calle refleja ante nuestra mirada indiferente, la fragilidad de nuestra condición humana. La soledad, a veces la locura, su auto cuidado físico y emocional, los lleva a una vida instintiva, de simple supervivencia, sin unos cánones mínimos de convivencia que degradan sus vidas; excluidos y muchas veces perseguidos por grupos de justicia privada, con maltratos físicos, miradas despectivas e insultantes, por ser improductivos e innecesarios para la sociedad.
Muchos de ellos son considerados como sujetos que no tienen derecho a tener derechos por su exclusión social, generando desigualdad y falta de oportunidades; considerándoseles como seres inferiores, donde el estado y la familia impiden que tengan la posibilidad de ejercer y gozar de sus derechos; negándoles su condición humana por ser segregados y discriminados, convirtiéndose en personajes invisibles en una sociedad poco compasiva.
Nuestra constitución política en el artículo 13 establece que el estado frente al habitante de calle, por su situación de vulnerabilidad no puede ser indiferente y debe promover políticas de asistencia social que estén dirigidas a mejorar las condiciones de estas personas. Por su situación de debilidad, se convierten en sujetos de protección y debe garantizárseles sus derechos como la salud y el mínimo vital.
Nuestras instituciones deben generar mecanismos de impacto jurídico y social que permitan soluciones frente a la vulneración de sus derechos, para generar cambios en esta población, donde adquieran las condiciones dignas para desarrollarse como seres humanos con deberes y derechos.
Desde el cielo “Papá Galindo seguirá acompañando una población que siempre será el reflejo de una sociedad, que no deja de evidenciar la desigualdad, la inequidad, la violencia y también las malas decisiones, acompañadas muchas de ellas por adicciones infernales, que los llevaron a abandonar su núcleo familia, entrando a formas parte de las tribus citadinas, que habitan nuestras selvas de cemento, considerados por algunos, los mal llamados “desechables”, pero para la mayoría, en seres indeseables e invisibles.
Paz en su tumba Papá Galindo, y un puesto en el banquete de bodas, porque tuve hambre y me disteis de comer, estuve desnudo y me vestisteis…
Padre Pacho
Que enseñanza tan bonita nos dejó Papá Galindo como era llamado por sus habitantes de calle , personas a las que el ayudó tanto sin ningún reparo ,gracias a Dios está personita les colaboró hasta que se le llegó la hora de rendirle cuentas a Dios . El Señor lo tenga gozando en el cielo de su eterna Gloria.
Los habitantes de la calle son el reflejo de un mundo, de una sociedad y un pais enfermos. En contraparte Papá Galindo es una » rara avis», una especie en vías de extinción. Es difícil en un mundo actual donde prima el egoísmo encontrar seres como y que sea ejemplo de generosidad, compasión y caridad con projimos marginales como los habitantes de la calle. Celebremos que un ángel viejo y con unas alas enormes haya volado al cielo donde recibirá el reconocimiento a tanta grandeza. De este ser humano si podemos decir no como formulismo que DESCANSA EN PAZ.
EXCELENTE Obra para la gloria de Dios y una clara invitación a no perder nuestra humanidad, a no caer en la indiferencia y la indolencia.