Fundado el 9 de febrero de 2020
LUIS FERNANDO CARDONA
Director Fundador

Cultura¡Qué pena con Frechette¡

¡Qué pena con Frechette¡

CRÓNICA DE CINCO DOSQUEBRADENSES HUESPEDES DE HONOR EN LA EMBAJADA AMERICANA

Por ÁLVARO CAMACHO ANDRADE

Octubre de 2020 – Cómo les parece que una mañana ingresé a la pista del Aeropuerto Matecaña como reportero gráfico de la Alcaldía de Pereira con la misión de hacer imágenes del recibimiento del alcalde Luís Alberto Duque a la embajadora de Estados Unidos Anne Patterson que venía de paso a recorrer la zona del terremoto de 1999 en el Eje Cafetero. Después de que la delegación americana bajó del avión hice unas fotos y me retrasé un poco para saludar a David Patterson esposo de la embajadora. – ¡David! Lo llamé- el gringo paró y me saludó, yo me presenté – David yo soy Álvaro Camacho, el yerno de sus ahijados Jorge y Nohra. ¡Anne! gritó David – ven y saluda a Álvaro, es el mi amigo y es el yerno de mis ahijados. La embajadora dejó la conversación que sostenía con el alcalde y se devolvió para saludarme, Luís Alberto Duque sorprendido me dijo: “Cachamo” (como siempre me decía) no sabía que tenía esta clase de amigos. En ese corto espacio intercambiamos contactos telefónicos y correos electrónicos y quedamos en que en el transcurso de esa semana llamaría a mis suegros.

Según entiendo los cuerpos de paz fueron establecidos en 1961 durante la presidencia de John F. Kennedy en tiempos de la Alianza para el Progreso. Más de 4.600 jóvenes estuvieron en Colombia desde el comienzo del programa y por los 20 años siguientes, es decir, hasta 1981. Se dice que los Cuerpos de Paz vinieron aquí como una colaboración norteamericana para “trabajos sociales en los barrios pobres”.

Dos de esos muchachos, los esposos Susy y David Patterson, llegaron a Dosquebradas, se establecieron en el barrio La Capilla donde independiente de su labor y durante más de cinco años aprendieron a comprar en la revueltería, a comer arepa, chunchurria y mazamorra, a bailar música de los Hispanos o La Burrita de los Corraleros de Majagual, así como a compartir el ambiente y la vida del barrio con los jóvenes del sector.

Una gran amistad hicieron los gringos con la familia Arredondo Ramirez de aquel barrio, hasta el punto de llegar a ser padrinos de matrimonio de Jorge Enrique Arredondo y Nohra García, mis suegros, amistad que compartieron hasta después del regreso a su país.

David se divorció de Sussy y posteriormente se casó con Anne Patterson quién era su secretaria y que posteriormente ya convertida en diplomática representó a su país como embajadora en El Salvador antes de serlo en Colombia en el 2000.

Ocho días después del encuentro en el aeropuerto, David Patterson llamó a mi suegro Jorge, hablaron más de media hora y terminó invitando a la familia a la residencia de la embajada americana en Bogotá durante cinco días. Una mañana, tres días después, mi suegro Jorge, mi suegra Nohra, su hermana Martha, Mónica mi esposa y yo, subíamos La Línea en un Mazda con rumbo a Bogotá. Llegamos casi al anochecer a la carrera tercera con calle ochenta y pico, en la portería nos esperaban unos escoltas que hicieron bajar unos bolardos metálicos y puntudos que salían y se escondían en el piso y abrir con sistema eléctrico una enorme puerta metálica de forja. Revisaron el carro, nos identificamos y nos permitieron seguir. David se encontraba en la entrada de la residencia y nos recibió efusivamente con abrazos y sonrisas, les presentamos a Martha y a Mónica e inmediatamente unos funcionarios nos ayudaron a instalarnos en las habitaciones, la principal era la de mis suegros, el conserje les comentó que al siguiente día de nuestra partida en esa habitación se hospedaría durante unos días el exembajador Miles Frechette, nos presentaron a las tres personas que trabajaban en la casa, dos señoras, una de ellas la chef y el conserje que nos decía que nunca se había hospedado en la embajada una familia colombiana, luego nos invitaron a cenar,  y después a conocer las instalaciones de la residencia.

Hice buenas migas con David porque coincidimos en algunos gustos, jugamos dos partidas de ajedrez (Colombia 2 USA 0), hablamos de música clásica especialmente de “Amadeus” favorito de los dos y admiré su biblioteca a pesar de que casi todos los libros eran en inglés y yo del idioma de Shakespeare no sé sino el happy bhirtday. A la embajadora la vimos pocas veces, en una ocasión durante el desayuno al siguiente día de nuestra llegada, me tocó a su lado en un comedor para ocho personas, recuerdo que le dije que era muy chusca y le pregunté por lo que le tocaba hacer ese día, nos contó que iba al Putumayo para algo del Plan Colombia, el resto de la conversación fue acerca de las diferencias en las costumbres de los desayunos, ellos en vez de arepa sirven pequeños crepes con miel de arce, la mantequilla es de maní, no conocen el Cremosino ni toman aguapanela con café, en cambio beben café con un polvo blanco parecido a la leche, sirven también jugo de naranja, fruta, huevos revueltos y no falta una canasta con pequeños panes y tostadas en vajilla y servilletas marcadas con los emblemas americanos. Otro día nos dedicó un buen rato, se dejó tomar fotos con David y con nosotros y nos llevó a recorrer los jardines de la embajada.

Durante esos días fuimos invitados a un concierto de un pianista ruso, a cenar en el restaurante giratorio La Fragata en el Word Trade Center de Bogotá, a hacer compras en Home Center de la 80 y no faltó el día loco cuando se nos ocurrió llevar al gringo a visitar de sorpresa a Jorge Cortés amigo de su juventud que vivía en un barrio cerca a Castilla en el occidente de Bogotá. Salimos más o menos a las seis y media de la tarde en medio de un aguacero espantoso, íbamos en un pequeño microbús de la embajada ocho personas, los cinco risaraldences, el conductor y otro escolta, como había mucho trancón se me ocurrió meternos por una vía para cortar camino entre la Avenida 68 y la Boyacá, encontramos unas cuadras cerradas por obras y nos perdimos, atravesamos calles oscuras con cientos de huecos en medio de ese aguacero en un sector industrial y peligroso que casi le sacaban lagrimas a los escoltas que decían que los iban a echar del trabajo, sin embargo logramos salir y pasar un momento muy alegre e inolvidable con aguardiente y música parrandera incluidos.

La noche anterior a nuestro regreso mi suegro se sintió mal y se acostó temprano, al otro día alistamos todo, David, la embajadora y los empleados nos despidieron y quedaron esperando la llegada del anterior embajador. Saliendo de la residencia mi suegro repetía: -que pena con Frechette, que pena con Frechette-  Por qué dice eso Don Jorge, le pregunté y nos contó que la noche anterior había comido mucho y que tuvo un fuerte daño de estómago, que estaba muy pedorro y que le había dejado pasado el cuarto y la cama a Frechette.

Que pena con Frechette repetí sonriendo.

Álvaro Camacho Andrade 

3 COMENTARIOS

  1. Agradable historia,buenos recuerdos en su memoria, historias que muestran que el mundo ciertamente es un pañuelo

  2. Que buena anécdota, este tipo de columnas refrescan y ayudan a salir de la monotonía de la mala hora que está pasando nuestro país, bien por ello 👌

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Más articulos