En el gobierno de Pereira tienen la idea de extender la restricción del llamado pico y placa a toda la ciudad, lo que además de generar un impacto indeseable en nuestro índice de competividad podría ser violatorio del derecho que nuestra Constitución consagra a circular libremente, con las limitaciones que establezca la Ley, que no instituye que por la desidia tradicional de nuestros gobernantes se pueda atropellar un derecho, que es transversal al derecho al trabajo y a otros también fundamentales.
Las administraciones municipales de Pereira, en los últimos 16 años, han recurrido a la contraproducente restricción de la circulación de los vehículos, para soslayar su obligación de dotar a la ciudad de las vías que su habitantes necesitan para desplazarse, medida que es una de las causas del excesivo crecimiento del parque automotor de la ciudad, pues ante la necesidad de proteger su actividad cotidiana, muchos ciudadanos se han visto obligados a tener más de un automotor, así sea una motocicleta, para asegurar su desplazamiento diario.
Desde que la alcaldesa Martha Elena Bedoya construyó la Avenida Belalcázar, Pereira no ha tenido ninguna obra que contribuya significativamente a remontar el atraso de su red vial, pero ha gastado sumas importantes en solucionar problemas viales de sectores específicos, que en muchos casos han sido insuficientes, por mal diseñadas o por estar inconclusas.
Por ejemplo, el anillo longitudinal, aun sin terminar, con sus pobres especificaciones técnicas en poco contribuye a descongestionar la Avenida 30 de Agosto; la vía al Parque Industrial, con un buen puente sobre el Otún, tiene acceso limitado por una calle estrecha y serpenteante; pero, sin duda, la más imperfecta es la intercepción de Corales, colapsada la mayor parte del día.
Cuando en Pereira, cotidianamente, se tiene que afrontar la contingencia de encontrar un taxi desocupado o de subirse a un bus atestado, el discurso de usar transporte público está lejos de ser una alternativa, si hay urgencia de movilizarse para trabajar, educarse, acudir a una cita médica o realizar cualquier actividad lejos del domicilio.
Ni esto, ni la necesidad inaplazable de sacar de las vías obstáculos como las carretas, el estacionamiento en doble fila, el paqueo en los dos costados de una calle y la muy elemental de sincronizar los semáforos; parecen entenderlo los burócratas que, exclusivamente por politiquería, desde siempre, han “colocado” para dirigir el tránsito en la ciudad, sin ninguna preparación en un asunto tan complejo.
Conviene que nuestros gobernantes sepan que la proyección mundial de la industria automotriz prevé que en los próximos cinco años se popularizarán los carros eléctricos no contaminantes y que por Ley su circulación no podrá ser restringida, entonces, ¿qué van a hacer con la ciudad colapsada?



Claro Sr. Ortiz es importante dar soluciones no críticas como hace el columnista, que solo sirven por lo general, para eso solo criticar, en vez de buscar cómo solucionar el impase de la cantidad de autos en las calles, él debe se uno de esos muchos que no se baja jamás de su cacharro.
Ante esa situación es necesario precisar que sería importante que el señor alcalde, Carlos A Maya, estudie la posibidad de extender la calle 20 hasta la carrera 14, recuperar el ingreso de la calle 23 con 30 de agosto, abrir un acceso en la calle 29 con un deprimido o elevado. Estas podrían ser alternativas para mejor la movilidad. Respecto a los trancon es de la 30 de agosto, urge tomar medidas de sensatez y entre el aeropuerto y Turín, compartir el carril de Mega bus. No queda otra, mientras no haya una paralela para desfogar el parque automotor.