ESCAMPAVÍA.
Cada año desfilan por la ONU los presidentes de las naciones, discursos en los cuales unos reclaman, otros se quejan, los de más allá prometen o se justifican, algunos impactan a la opinión, otros ni siquiera son escuchados y de ello se quejan, sin entender que su verborrea cansa y sus palabras enfadan, como lo pudimos ver en esta sesión, una más en las que a veces se repiten las mismas historias y otros dejan constancias difíciles de olvidar.
Nuestro Presidente, buen orador, quien se deleita escuchándose, habló y se dolió por la falta de audiencia, la cual justifica por ser el presidente de una nación que no tiene armas capaces de destruir al mundo, mientras que omite mencionar que ellas, las armas, si pululan en Colombia en manos de: matones, de intolerantes, de atracadores, de quiñadores y de los genocidas buscadores del poder por la violencia.
La sala vacía pudo deberse a sus posiciones radicalizadas en las que culpa al capitalismo como el único responsable del cataclismo ambiental que vaticina, olvidando que también concurren en el desastre ambiental el incremento desmedido de la población, la aparición de una clase media que demanda enorme cantidad de bienes y servicios, omitiendo que es la socialista China el mayor contaminador del mundo, o a la comunista Rusia que es el matón del barrio, o calificando a las hambrientas y miserables Cuba y Venezuela de ser rebeldes, olvidando, otra vez, que son dictaduras que han empobrecido, envilecido y sometido a sus gentes a la peor de las condiciones de vida; dijo no ser antisemita pero arremetió contra los judíos, y omitió mencionar al otro terrorista actor en esa guerra absurda. Dijo estar orgulloso de la Colombia bella pero no mencionó que está entristecida, de luto por sus víctimas, o aterrorizada por la crisis energética que ya se asoma, o la de la salud que ya causa dolor y luto, o de la corrupción y el derroche que ya es evidente y nos muestra un cambio, no de delitos, sino de delincuentes.
En esa misma tribuna, desde la otra orilla, se manifestó el presidente de Chile, Gabriel Boris, un hombre de izquierda, un socialista demócrata, quien inició su intervención diciendo: “me niego a elegir entre el terrorismo de Hamás o la masacre y la conducta genocida de Netanyahu, no tenemos por qué elegir entre barbaries, yo elijo la humanidad”
Boris también condenó a la dictadura Venezolana que se está robando las elecciones y persigue y agrede a sus contradictores, abundó cuando llamó la atención a los gobernantes que condenan a quien agrede los derechos humanos, cuando el violador es alguien quien representa a ideas o partidos contrarios, mientras que calla o se muestra indiferente cuando el agresor sostiene banderas del mismo color. Para Boris atentar contra los derechos de la gente es igualmente condenable sea quien sea el agresor, llámese: Ortega en Nicaragua, Maduro en Venezuela, Putin en Rusia, Netanyahu en el Oriente Medio, Hamás en Palestina o los Talibanes en Afganistán.
Lo dicho por el presidente de Chile, también se aplica en Colombia, se acusa al opositor y se calla frente al mismo delito del copartidario o se excusa el atropello con el manido argumento de que el otro también se comportó de la misma manera; ni lo uno, ni lo otro, el delito es delito independientemente si el violador de los derechos, de las leyes, es un militante del Pacto Histórico, o del Centro Democrático, o es Liberal, Conservador o Verde.
Sobre la manera como se acercan al poder los que como los terneros grandes que maman de rodillas, atacan y se derraman en loas según sople el viento, son otra manera como se comportan los modernos Janos, los de las dos caras.
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