A lo largo de sus 25 años de servicio, la Fundación Cáritas Diocesana de Pereira ha encarnado, con admirable fidelidad, la enseñanza más radical del Evangelio: el amor hecho servicio, la fe hecha caridad. No se trata de un amor sentimental o abstracto, sino de esa caridad que toca el sufrimiento humano, lo abraza y lo transforma. Porque la caridad cristiana es la forma más pura del amor, y es precisamente en ella donde el cristiano revela el rostro misericordioso de Cristo.
Nacida en el dolor de una tragedia, el terremoto que golpeó al Eje Cafetero en 1999, esta obra no fue simplemente una respuesta inmediata a una emergencia. Fue el germen de una opción permanente: una pastoral viva que abraza a los pobres, los desplazados, los hambrientos, los excluidos y a toda persona cuya dignidad ha sido herida.
Monseñor Fabio Suescún Mutis, al fundar Cáritas Diocesana en el año 2000, entendió que la caridad no puede improvisarse: debe organizarse, sostenerse y proyectarse con justicia. Desde entonces, con la guía de hombres comprometidos con el Evangelio, como Monseñor Rubén Darío Jaramillo y otros directores fieles a la causa, esta institución ha sido la expresión tangible de la Iglesia que sale al encuentro, que acompaña, que construye paz desde el amor preferencial por los pobres.
La caridad no se limita a la asistencia, aunque esta es urgente y necesaria, sino que florece en la promoción humana, en la formación de líderes laicos conscientes, en el respeto por la tierra como don sagrado, y en la construcción de una sociedad más justa e inclusiva. Por eso Cáritas no es solo una mano que da, sino también una voz que educa, una presencia que denuncia, un signo que transforma.
La caridad, vivida como lo hace esta Fundación, es respuesta al hambre de pan y al hambre de sentido. Es servicio desinteresado, ofrecido por miles de voluntarios y servidores que, sin esperar recompensa, dan su tiempo, su talento y su corazón, haciendo visible el Reino de Dios entre los más olvidados.
Celebrar estos 25 años no es solo conmemorar el pasado, sino renovar el compromiso: que cada acción social, cada alimento entregado, cada curso dictado, cada visita al enfermo o al campesino, siga siendo una semilla de amor cristiano sembrada en tierra buena.
Que el testimonio de la Fundación Cáritas Diocesana de Pereira nos recuerde a todos que, como decía San Juan de la Cruz: “Al atardecer de la vida, seremos examinados en el amor”. Y no hay mejor examen aprobado, que el de una vida gastada en favor de los demás.
¡Que viva la caridad, que es el alma del Evangelio y la mejor expresión del amor cristiano!
Padre Pacho


