Una durísima lección está recibiendo el presidente Donald Trump de parte de su homólogo chino Xi Jinping. Las autoridades chinas han rechazado las medidas arancelarias de Estados Unidos y aseguran que están en capacidad de resistir estas decisiones económicas.
Trump creyó que con aranceles del 145% sería capaz de arrodillar a los chinos. Pero la jugada le resultó dañina para los intereses de su propio país, al punto que tuvo que reversar su decisión casi de inmediato en cuanto a productos como los teléfonos inteligentes, computadoras portátiles, chips de memoria y otras tecnologías procedentes de China.
Los chinos, que ya han visto la improvisación en la toma de decisiones por parte de Trump y su evidente debilidad ante las presiones de los grandes grupos económicos y empresarios norteamericanos, empezaron a ripostar con mayor determinación.
Una de esas decisiones tomadas por las autoridades chinas es la suspensión de las exportaciones de minerales extraídos de tierras raras. Esto ha puesto a temblar a gran parte de la industria estadounidense, porque esos productos se importan casi que exclusivamente de China.
El gigante asiático suministra más del 95% de las necesidades mundiales de tierras raras pesadas y produce alrededor de 200 mil toneladas de imanes, que representan el 90% de las necesidades de toda la industria a nivel internacional.
La decisión de Xi es contundente. La orden es que China no va a exportar este material hasta que Estados Unidos elimine por completo los aranceles impuestos al país. Esto implica que las industrias: militar, aeroespacial, de vehículos eléctricos, de semiconductores y robótica quedarán paralizadas, una vez se les agoten sus reservas.
Mientras los voceros del gobierno Trump dicen que están esperando una llamada de Xi para negociar, los chinos no se inmutan, pues saben que gran parte de la producción tecnológica de Estados Unidos depende de las exportaciones de sus imanes y minerales de tierras raras, las que representan una ínfima parte del valor de sus negocios de comercio exterior. Si no venden, no le pasa nada a la economía China, pero sí frena los proyectos de buena parte de los países del mundo.
Las bravuconadas de Trump, sus decisiones apresuradas, su falta de tacto y su burla hacia los gobiernos de los países que piden renegociar los aranceles, diciéndoles burlonamente que «le están besando el culo», le están pasando una cuenta de cobro muy costosa al sistema productivo norteamericano, y efectos bastante dañinos a la generación de empleo y calidad de vida de la gente.
Los dueños de las grandes tecnológicas de Estados Unidos y los contratistas militares, ya no están tan contentos con Trump. Ya no lo aplauden ni sonríen con sus desafueros. Tampoco lo están miles de empresarios de sectores claves como la agricultura, el turismo, la gastronomía y la industria manufacturera, que empiezan a ver declinar sus ingresos y perder rentabilidad ante decisiones radicales sobre inmigración y aranceles.
Incluso, Trump nota que ciertos congresistas republicanos cuestionan sus políticas y votan proyectos en su contra, porque saben que en las elecciones de mitad de período sus curules estarán en riesgo frente a los demócratas.
Mas claro, imposible. Ese es el resultado de las inconcientes acciones de un gobernante que, de política económica internacional, no sabe nada. Pensó que con menear la melena y gritarle de manera desaforada al mundo, lo iba a poner de rodillas, pero se jodió, y por ahí derecho se está tirando la economía interna de su país.
Por eso, «si no eres capaz o no sabes sostener una conversación con altura y sensatez, mejor quédate callado», decía mi abuela.
Era de esperarse una postura así por parte de China, país que tiene el 30% de la produccion manufacturera del mundo.
Cómo se dice popularmente: «no caces una pelea que puedas perder.»
Qué artículo tan bueno. Contundente. Bien redactado. Es claro con respecto a lo que está pasando en Estados Unidos y el mundo.