Por: FERLEY HENAO OSPINA
ferleyhenao@gmail.com
La hambruna, repetidamente anunciada, sin que nadie hiciera nada para evitarla o mitigarla, ya está a las puertas de Pereira.
Cuando el Concejo de Pereira discutía el Plan de Desarrollo 2020-2023 y apenas comenzando a acostumbrarnos a los rigores de la pandemia, el 27 de mayo de 2020 (hace un año) presenté una exposición en sesión ordinaria de la corporación, resaltando que estamos a las puertas de una hambruna si no se hacen los ajustes esenciales de seguridad alimentaria y aludí al profundo estado de abandono en el que se encuentra el campo pereirano. En esta combinación pandemia-paro, Ya estamos en la fase inicial de la hambruna: Escasez. Resumen en este breve video:
El Municipio de Pereira solo tiene 32 km² de área urbana el 5,3%. El resto 572 km² el 94,7% es rural muy mal aprovechados. Sus 12 corregimientos y 109 veredas donde habitan unas 73 mil personas, intentando desarrollar actividades agrícolas, pecuarias y forestales, carecen de capacitación, tecnología e innovación que les permita volverse eficientes, rentables y competitivos para ser los proveedores de los alimentos que requiere la ciudad y transformarse en contribuyentes efectivos del dinamismo económico y social del municipio.
Y no se nos olvide que Pereira y Risaralda son importadores netos de alimentos ya que la producción local, aparte de ganadería, café, plátano y caña, son mínimas porciones de muy pocos productos.
En agosto 5/2020, como consecuencia de que ninguna autoridad reaccionó ante estas bien documentadas predicciones, publiqué la columna “Hambruna al acecho” https://elopinadero.com.co/hambruna-al-acecho/ en la que incluyo un análisis de Cristo García Tapia publicado en EL ESPECTADOR el jueves 30 de julio con el título: “Hambre, la peste que vendrá” en el que se desnudan estas realidades que quedaron invisibilizadas en los Planes de Desarrollo, como si por esconderlas dejaran de existir.
García Tapia lamenta que “En Colombia están dadas las condiciones básicas para que el virus del hambre encuentre el hábitat propicio para desarrollarse y propagarse sin límite ni control: el histórico y cada vez más creciente déficit en la producción de alimentos y su inestable acceso a millones de compatriotas, se erige en la variable más significativa entre todas las que van a ser determinantes para caer en la trampa mortal del hambre” y le pone a estos inexplicables y vergonzosos datos, una estocada dramática: “Se importan 80 mil toneladas de leche, 40 mil toneladas de papa congelada, 120 mil toneladas de arroz, 80 mil toneladas de carne de cerdo, 250 millones de dólares en leguminosas, además de carne de res, pescado y pollo, cuyo costo total oscila entre 7 mil y 9 mil millones de dólares anuales”.
Pues ya nos asedia la hambruna y a nivel global se está hablando seriamente de una potencial escasez de alimentos. El problema está siendo abordado con preocupación en diversos lugares del planeta, EL PAÍS de España titula el análisis de la Red de Expertos-Planeta Futuro: “La pandemia debe transformar la agricultura global” y sostiene que “considerando la fragilidad del sistema alimentario, cualquier contracción de la oferta o restricción de las exportaciones revertiría rápidamente las tendencias recientes de los precios, que podrían elevarse significativamente y socavar todavía más la seguridad alimentaria”.
Si semejante diagnóstico no es suficiente para que los gobiernos departamentales y municipales reaccionen y busquen la manera de revertirlo, entonces qué están haciendo allá. ¿Cómo puede entenderse que un campesino salga de la finca y en el pueblo compre maíz, cebada, garbanzo, lenteja, leche, fríjol y otros productos agropecuarios importados? Nadie lo entiende, pero sucede de manera regular en todo Colombia y de manera muy particular en la región cafetera.
Gobernantes REACTIVOS, eso no sirve para nada. En el sector privado un reactivo no tiene opción de ser contratado, eso es un estorbo.
Excelente artículo